Por Esteban Fernández – Roig

 

Adentrándonos en la mente infantil cubana todos pasamos por este proceso:

Prácticamente desde que tenemos año y medio de nacidos, nos dicen que el 6 de Enero nos visitarán 3 extraños personajes montados en camellos que nos traerían regalos. Infantilmente aplaudimos la idea.

Al mismo tiempo, intentando que fuéramos buenos muchachos, nos metían miedo diciéndonos que si nos portábamos mal nos traerían un cartucho lleno de carbón. Desde luego, en mi entorno ningún niño recibió carbones.

La bella tradición dura más o menos 10 años hasta que un muchacho de 13 años sabihondo y misterioso nos da la noticia que nos deja desbastados: “¡No seas tan tonto, Estebita, los reyes que te traen regalos son Esteban y Ana María!” Nuestra inmediata respuesta es “¡Tutaloco!”

No lo creemos, pero nos siembra las dudas, y vamos atando cabos, recordando detalles y ya a los 12 años llegamos a la plena conclusión de la imposibilidad de  que 3 individuos hayan llegado a Güines, montados en tres camellos y hayan entrado en nuestros hogares...

Nos ponemos bravos con nuestros padres por habernos engañados, pero no les decimos nada por miedo que al descubrirlos y acusarlos paren de hacernos regalos. Nos hacemos los “chivos locos”…

Pero hacernos los bobos dura poco, y lentamente pasamos de la braveza inicial a la sagrada gratitud por los trabajos económicos y por el esfuerzo descomunal que habían hecho nuestros progenitores manteniendo viva la deliciosa costumbre y nuestra candidez.

Al  pasar muchas décadas, además del reconocimiento por habernos dado la vida, educado, alimentados y vestidos, el habernos mantenido  por 10 años viva la bella tradición ocupa un lugar privilegiado en nuestros corazones.

Y todavía hoy, aunque el cubano haya cumplido 90 años, quisiera acostarse a dormir la víspera esperando que el 6 de Enero del 2024 los Reyes Magos le traigan una mágica bicicleta Niagara para recorrer las calles de una Cuba Libre y soberana.