Por Esteban Fernández
Junto a Jorge Ramos este José Díaz Balart (nacido el 7 de noviembre de 1960 en Fort Lauderdale, Florida) es de los peorcitos entre los latinos anti-trumpistas y que más mal me caen.
Yo no digo que me haya decepcionado porque nunca fue mi amigo ni lo será jamás. El molesto tendría que ser su padre si viviera, quien debe estarse revolcando de disgusto en su tumba.
Y lo peligroso de él es que no se trata de un pelagatos hablando incoherencias en una esquina sino que este primo del difunto "Fidelito" fue nombrado por la revista "Hispanic" como uno de los hispanos de mayor influencia en Estados Unidos. ¡Le ronca el merequetén!
¿Cómo un hijo de Don Rafael está apoyando a los que intentan radicalmente cambiar el rumbo de los Estados Unidos e implantar un sistema socialista en USA?
Dicen que su padre fue el que más luchó para lograr el divorcio de su hermana Mirta con el monstruo, fue el fundador en Miami de la primera organización anticomunista “La Rosa Blanca” para salvar a nuestro país de la tragedia socialista.
Yo que no soy hijo de Rafael Díaz Balart -pero soy hijo de otro anticomunista eterno- en su lugar lo primero que hubiera dicho a todo pulmón a la gentuza izquierdista que siempre tiene en su entorno es: “¡Qué levanten las manos todos los que simpatizan de algún modo con el socialismo, con el marxismo, con el leninismo, con el comunismo!”
Y acto seguido hubiera gritado: “¡Yo, sinceramente, no quiero la amistad -aunque mi salario y mi vida dependiera de eso- de NINGUNO de los que levantaron las manos, váyanse a defecar por los portales!”
Me hubieran botado del trabajo (y, desde luego, él no quiere perder su elevado sueldo) pero estoy seguro que mi padre en el cielo, o donde esté, hubiera dado una fiesta y se hubiera levantado a aplaudirme.
Porque lo cierto es que dudo mucho que Don Rafael Díaz Balart, si viviera, se hubiera sentido muy orgulloso con la actitud lacayuna de su hijo, sino que "desde el más allá" tiene que haberse sentido humillado y decepcionado.
Y esto no tiene nada que ver con que luce ser un militante detractor de Donald Trump, eso es legítimo y permitido, y cada cual tiene el derecho de simpatizar con el político de su preferencia. Eso es asunto de él.
Es algo muy diferente, es que por ser un descendiente directo de Rafael Díaz Balart, tenía que -aunque fuera- lucir incómodo ante todas las barrabasadas de Joe Biden y echarles con el rayo a Bernie (B.S.) Sanders, a Alexandria Ocasio Cortez y todos los demás “demócratas” que tratan de congraciarse con el decrépito y trasnochado senador de Vermont, con la bartender de New York y con todas las ideas comunistas que llevarían a este país al mismo desastre que su padre trató de evitarnos.
Con una sola pregunta a todos los socialistas que pululan en la estación de televisión donde el labora se hubiera salvado de sus ignominiosas diatribas: “¿Saben quién yo soy?: Soy el hijo de un hombre que dedicó casi toda su vida a luchar a brazo partido contra la cochinada que ustedes defienden y las hediondas palabras que esgrimen diariamente”.
Hasta yo -que soy ultra conservador- hubiera aplaudido esas palabras limpiadoras levemente de tanta caca que él destila.
Pero lo cierto es que no tiene un solo gesto de condena contra el comunismo (disfrazado de socialismo dentro del Partido Demócrata) que intenta implantar aquí la feroz doctrina que ha producido miles y miles de muertos en Cuba, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Europa, Asia y el mundo entero.