Por Esteban Fernandez

 

Cinco centavos valía en el parque la limpieza de los zapatos, al frente -en los portales de La Esquina de Tejas y El Primo- había sillones y valía 10 centavos. A mí, cuando la economía era precaria, me los limpiaban en el parque. Allí había un montón de muchachones peleándose por los clientes.

Entre ellos había un mulatico que  era afectuoso, chévere, yo lo trataba a las mil maravillas y él reciprocaba el trato, casi me parecía que éramos amigos.

Un día me dijo: “Ecobio (así me llamaba él) no sé si a usted le molestará esto, pero mi familia y yo somos batistianos”. Y le respondí: “No, en lo absoluto, pero ¿y eso por qué, campeón?” Y me dijo para mi sorpresa: “Chico porque él es niche igual que yo”. Y le dije  en tono de coña remedando al general: "¡Salud, salud, salud!" Ambos nos reímos.

Llegábamos al extremo de que yo llegaba al parque sin un centavo y cuando él me partía para arriba yo le decía: “Hoy no, mi socio, estoy arrancado”. Él hacía caso omiso a eso y me decía: “No te preocupes yo te doy un pañazo”. Y ahí se encarnaba en darle brillo a mis zapatos. Yo se lo agradecía muchísimo. Pero resulta que en enero del 59 triunfa la barbarie y el limpiabotas se perdió del pueblo por más de 10 días. Yo pensé: “Contra, de verdad que eran batistianos, su padre debe estar preso en La Cabaña”.

Que equivocado yo estaba: El jovencito se apareció en el pueblo de completo uniforme verde olivo satinado, botas, pistola en la cintura y encasquetado un sombrero Stetson como el de Camilo. Fue -y es todavía- la única vez en mi vida que yo le extiendo la mano a alguien para que fuera estrechada y me la rechazó.

Me sorprendió ese desaire -en primer lugar- porque yo pensaba que éramos cúmbila, dos, porque en realidad me había dado alegría que de sopetón hubiera prosperado. Tanto así que le pedí explicaciones: “¿Qué pasa campeón, te hice algo”? Y molesto me respondió: “Oye, blanquito ¿Te parece poco que por años yo he tenido que hincarme a tus pies para limpiarte tus cochinos tacos, y a veces ni me pagabas?”

Me quedé frío e iba a recordarle 20 momentos y detalles de lo bien que siempre me había portado con él y viceversa, pero rápidamente pasé de la sorpresa inicial al enojo total y le dije: “¡Por mi te puedes ir para casa del carajo, negro batistiano, me cago en ti, me cago en tu uniforme y me cago en Fidel Castro!”

De ahí en lo adelante se convirtió en uno de mis más vehementes enemigos, y yo de él. Chivato, combatió en Girón, participó en la limpia del Escambray. Han pasado 62 años y yo no lo perdono…Un buen amigo mío de San Nicolás de Bari, llamado Idelfonso “Fonfi” Domínguez, estuvo de visita en Cuba, lo vio, estaba harapiento. Bien merecido lo tiene por HP.