Por Esteban Fernández

 

Los fines de semana sentado en el parque central de Güines veía invariablemente a un hombre delgado pasar cargando una tártara llena de rojizas bolitas de carne.

La segunda vez que lo vi pasar pregunté: “¿Quien es ese señor?” Y alguien me respondió : “Ese es Medina, vende fritas al frente del parque, su hijo trabaja en la Dulcería Quintero”…Le presté más atención, llegaba al lugar y comenzaba a organizar  su puesto de fritas, lo mantenía extremadamente pulcro.

Inmediatamente se hacía un coro de clientes a su alrededor, no había escándalo ni chusmeria, y así se mantenía el lugar atestados de clientes hasta altas horas de la noche. Rápidamente me dediqué a averiguar cuál era la clave de su éxito, y descubrí que eran deliciosas y costaban 10 centavos cada una. ¿Cuanto le ganaría este coterráneo a cada frita? Tres o cuatro kilos.

Cuando mi madre -en su único gesto de feminismo- dijo: “¡Yo me declaro en huelga de brazos caídos, no cocino más los domingos!” Medina y sus fritas fueron mi salvación. Con 15 centavos resolvía el dilema en que mi mamá nos había puesto: Una frita y una Salutaris. Entre los cientos de clientes me esforcé en hacerme su amigo hasta el extremo de pedirle su receta.

Me dijo riéndose: “Es un secreto, pero si me prometes no poner un puesto de fritas cerca de aquí, te voy a decir (bajó la voz haciéndose el misterioso) que a la carne es de res le agrego chorizo y pimentón”…Pero lo cierto fue que mi mamá, mi padre, mi hermano y yo, tratamos ( quizás hasta utilizando mejor carne que él) y jamás nos quedó mejor…

No sé si ustedes consideraran esto un “fraude”, pero mis amigos y yo decidimos formar un equipo para jugar a la pelota, lo nombramos Las Aguilas. Conseguimos que la imprenta Valdés nos hicieran unas papeletas para venderlas y comprar equipos de béisbol..Comenzamos a venderlas en el parque, y todas los centavos que nos donaron nos los gastamos en las deliciosas fritas de Medina. No compramos ni tan siquiera un simple guante…

El final de la historia es como todos los finales después de 1959: hasta con esos humildes puestos de fritas acabó la tiranía…. Jamás  volví a saber de Medina el fritero. Y doy un brusco paso al frente, de 60 años y 90 millas y estoy devorando una deliciosa en el REY DE LA FRITA .