Por Esteban Fernandez

 

Yo era dueño de un banco, mejor dicho “yo me adueñé de un banco” del parque central de mi pueblo, los domingos por las tardes.

No fue una cañona, porque cañonas yo no sabía dar, simplemente la gente comenzaba a arribar como a las siete de la noche y yo, que siempre he sido un desesperado (“culilloso” como dice mi mejor amiga) llegaba a las cinco y me sentaba en el mismo centro del banco esperando que llegaran mis amigos. Vaya, me adelantaba a los acontecimientos.

Y poco a poco iban llegando Milton Sori, Tony Valenciano Marín, Simon Der Arap, José Ángel Goiriena, el “chino Fito" Wilfredo MunozJesus Hernandez.

Y no era un banco cualquiera cogido al azar, no, siempre era el que quedaba frente a frente con la peletería La India…Yo, siendo precavido, llevaba unos periódicos viejos (casi siempre eran de “Prensa Libre” que era el que se recibía en mi casa) y si llovía correr hacia La Esquina de Tejas y cuando escampaba rápidamente volver a “nuestro banco” poner encima los periódicos y sentarnos.

En el parque las muchachas- Gisela Granda , Piri CaminoLedia HerreraMagaly Alfonso y muchas mas- caminaban en una vía y los varones en otra, y se iban encontrando. Era un show ver cuando a un joven le gustaba una muchacha y trataba de detenerla por unos segundos pidiéndole poder unirse y caminar junto a ella. Si ella se negaba entonces nosotros nos divertíamos, nos reíamos o burlábamos.

Mi hora de darle vueltas al parque (y de mis amigos también) eran cuando alguna de las muchachitas ya estaba cansada de caminar -a veces con tacones- y nos pedían sentarse un rato.

Ya desde las nueve yo comenzaba a ver el reloj de la Iglesia, porque yo era muy obediente y mi padre me insistía en que tenía que estar en la casa a las 10 a más tardar.

Una vez le cedí mi asiento a una amiga. Cuando 15 minutos más tarde llegué a volver a sentarme ella le había dado mi puesto a otro muchacho. No dije nada, seguí caminado, pero me disgusté con ella por largo rato.

Todo el mundo elegante, todo el mundo con la “ropa dominguera” puesta. Mi madre ya desde los jueves comenzaba a alistarme la ropa para el domingo. La pobre hasta me planchaba mis mejores calzoncillos para llevarlos al parque. Vaya, como si alguna muchacha iba a verlos. Eso no paso jamás.

Rápidamente los amigos se fueron para U.S.A. hubo una etapa en que solo Jose Fernandez se sentaba conmigo a hablar un rato.

Los apapipios y esbirros de quinta categoría fueron -como todo en Cuba- cogiéndoselo todo, y claro está el parque no fue la excepción.

Broncas, discusiones, ellos nos llamaban “niños bitongos” y nosotros a ellos “Chivatos y esbirros”. La cosa se puso mala, muy mala, ya los cines intervenidos, e ir al parque se convirtió en un peligro. A veces hasta presos salíamos del parque...

Gracias a mi gran amigo Manolo Amich quien me ensenó una nueva modalidad que era recorrer todo el pueblo, de una punta a la otra, inclusive puntos de Güines que no había nunca visto.

Manolo y yo, y todos los que nos sentábamos en “nuestro” banco salimos y seguimos siendo íntimos amigos en el exilio.