Por Esteban Fernandez

 

Viví 17 años sin conocer y sin utilizar la palabra “odio”, sin experimentar ese sentimiento, ni sabía lo que era eso.

En mi casa no se hablaba de ese tema, nadie para mi merecía ese denigrante apelativo, y no hacía nada para recibir el odio de nadie. En mi colegio, en las iglesias, el cura y el pastor, predicaban el amor por el prójimo …

Si, conocí a pesados, a lijosos, a equivocados y hasta a ladrones, pero jamás puse en la categoría de odioso a nadie… Solo los ignoraba, les daba de lado.

Fue en los comienzos del año 1959 que inocentemente me atreví a decir: “Aquí están sucediendo algunas cosas que no me gustan” … Eso fue todo. Nada del otro mundo. Y me cayó carcoma.

Yo era un muchachito y recibí como flechas envenenadas (las cuales solo había visto en las películas de indios y cowboys) las terribles acciones de tipejos que me sorprendieron extraordinariamente.

Al subir la parada en mis críticas contra la recién estrenada dictadura se fue incrementando el odio contra mi humilde persona. Yo no salía de mi asombro.

Pero, eso no fue lo más importante, porque “el que se daña no es el odiado sino los que odian”. Lo malo, lo terrible, lo increíble, lo triste, fue que yo -poco a poco- fui INCREMENTANDO MI ABORRECIMIENTO CONTRA EL RÉGIMEN IMPERANTE y contra los esbirros locales y nacionales…

Y mi desdén inicial pasó de ser suave y medido a convertirse en brutal, en mortal, en eterno, en a sangre y fuego.

Y he llegado al extremo de que cuando alguien me pregunta: “Esteban ¿Qué es lo que te ha mantenido -y te mantiene- durante 63 años, encarnado en la tiranía”? yo trato de dar una respuesta bonita, elegante y patriótica, sin embargo, mi constancia es solo motivada por MI AVERSIÓN contra los que han destruido a Cuba.

Yo pondría las cenizas de Fidel Castro, a la plana mayor castrista, a todos los torturadores, Guarda fronteras, Tropas especiales, chivatientes (de ayer y hoy, aunque en la actualidad tengan 95 años y estén retirados) en una isla desierta y les tiraría LA BOMBA ATÓMICA.

Y después muy feliz me iría a las afueras del Versalles a celebrar el acontecimiento.