Por Esteban Fernandez

 

Yo no soy una persona que se considera religiosa, pero creo y respeto la existencia de un Ser Supremo. Y sinceramente vivo convencido de que es Todopoderoso. No me paso la vida diciendo “¡Alabado sea el Señor!” pero le doy las gracias cada vez que me despierto y estoy vivo.

A través de mi vida puedo contar con los dedos de mis manos las veces que le he pedido algo. Y siempre me ha complacido. Han sido pedidos de extrema importancia para mí.

Evito -y decididamente no lo hago- pedirle boberías como, por ejemplo: “Dios mío te pido que hoy ganen los Dodgers de Los Angeles o los Marlins de la Florida”.

En primer lugar, porque no creo que Dios esté pendiente de un juego de pelota con lo ocupado que debe estar. Además, es poner a Dios en una encrucijada, porque hay 50 mil fanáticos de cada lado haciéndole opuestos y encontrados pedidos.

Jamás he hecho una apuesta donde involucre a Dios. Hasta pena me daría decirle: “¡Dios ayúdame, me jugué los últimos 20 pesos que tenía en la carrera de caballos, consigue que gane el caballo el número 23!”

Ni pidiéndole que adivine en la Lotto. ¿Cómo voy a pensar que Dios está involucrado en los juegos de azar, ni apurando a un caballo en el hipódromo?

No le pido imposibles, ni cosas como “Procura la paz mundial”, ni “Logra que todos los seres humanos sean buenos”. Ya perfectamente sé que eso es parte del libre albedrío que les otorgó a los seres humanos.

Tampoco le pido que me conceda los talentos que no he tenido en el pasado, como, por ejemplo: ¡Dios mío, te pido encarecidamente cantar mejor que Plácido Domingo, y batear más que Albert Pujols!”

No le pido que me cure -ni cure a mis seres queridos- de enfermedades comunes y corrientes como un catarro o una descomposición de estómago. Tienen que ser dolencias muy grandes y graves.

Trato -y lo hago- de no hacer tonterías peligrosas que de antemano imagine que me van a llevar a pedirle auxilio. No es como que me voy a subir a la montaña más grande del mundo y bajarla a toda velocidad montado en un par de esquíes. Estoy convencido de que Dios dice: "Ayudate que yo te ayudaré" ...

Tampoco generalizo en mis rezos, mis pedidos siempre han ido directos y al grano. Nada parecido al dueño de una botica en Miami donde yo adquiría mis recetas y me decía siempre: “Anoche recé por ti”. Y un día intrigado le pregunté: “¿Tú le pediste directamente por el bienestar de Esteban Fernández?” y me dijo: “No, yo le pido por todos y cada uno de mis clientes”. Es decir, que si me voy para la Farmacia Navarro, me deja fuera de sus rezos.

Y muy importante: No participo en esas “cadenas” de pedirle algo a Dios, o a un Santo, y querer que uno se lo pase a 20 personas y después amenazan con: “Te pasará algo malo si rompes esta seguidilla”.

Porque sinceramente tampoco me da la sansación de que Dios esté delante de una computadora ni sea miembro de Facebook.