Angélica Mora

 

"ANTES QUE ME HAGAS LA ENTREVISTA, TENGO QUE DECIRTE ALGO: TENGO SIDA...''

Con esa advertencia se inició mi extraña entrada, hace varias décadas, en el sobrecogedor mundo del escritor cubano Reinaldo Arenas. Arenas había acudido a las oficinas de Radio Martí, no para promocionar sus libros, que comenzaban a ser famosos en EU tras haber triunfado en Francia y otras naciones europeas, sino para hablar del único tema que le importaba: "La falta de libertad en Cuba'', y para denunciar a Fidel Castro.

Había una urgencia especial en el escritor. Quería dejar un testamento oral para sus compatriotas y el mundo. Pero antes de entrar a una pequeña cabina de grabación, en la que sólo cabíamos él y yo, se volvió y me miró. Muy serio y en tono grave me advirtió: "Tengo sida. ¿Te importa entrar a un lugar tan chiquito conmigo? ¿No tienes miedo de que se te pegue?'' No pude dejar de reírme por lo solemne de la advertencia. "Te lo digo en serio'', agregó, sin entrar todavía en el miniestudio. Me encogí de hombros y le dije que no.

"CREO QUE ME VOY A MORIR'', ME DIJO SIMPLEMENTE.

"Todos nos tenemos que morir'', le contesté.

"No, en serio'', siguió diciendo. "Quiero que me entrevistes. Estoy luchando... (contra el sida), pero no estoy seguro de que ganaré la pelea. Me gustaría dejarte algo para que lo comuniques ahora y lo repitas todos los años cuando no esté presente.

"Me duele Cuba.. Me duele ¿a ver? me duele como fuego. Y te tendría que contar tantas cosas..., pero no tenemos tiempo''. Arenas se había instalado en una de las dos sillas del miniestudio y movía unos papeles, que al final de la entrevista me dejó "para que saques datos''. Era Un plebiscito a Fidel Castro, donde se pedían elecciones libres en Cuba, como la consulta que hizo Pinochet. La carta de Arenas fue firmada por intelectuales, presidentes y premios Nobel. Después de todas sus peripecias en Cuba, su salida de la isla, su vida en EU, Reinaldo Arenas se había percatado de algo terrible: los males que sentía ahora que había triunfado tenían un nombre: sida. Debía apresurarse en cumplir lo que se había fijado como meta: su lucha por Cuba.

Para Arenas el plebiscito era su legado, su amor. Y era su odio infinito hacia el hombre que consideraba el culpable de todas sus desgracias, incluso del sida que lo estaba matando. Fidel Castro.

"En realidad no voy a decir que quisiera morirme, pero considero que cuando no hay otra opción que el sufrimiento y el dolor sin esperanzas, la muerte es mil veces mejor...Siempre he considerado un acto miserable mendigar la vida como un favor. O se vive como uno desea o es mejor no seguir viviendo. En Cuba había soportado miles de calamidades porque siempre me alentó la esperanza de la fuga y la posibilidad de salvar mis manuscritos. Ahora la única fuga que me quedaba era la muerte''.

De regreso de una de sus múltiples estadías en el hospital subió a duras penas las escaleras hacia su piso en Nueva York. Estaba solo, lo acompañaba su gato de dos colores, blanco con marrón, llamado Tony. (De día lo acompañaba Lázaro, quien pese a su buena voluntad sufría sus propios fantasmas, aquejado de múltiples problemas nerviosos originados en Cuba, según Arenas.)

En medio de su soledad decidió escribir su autobiografía Antes que anochezca. La había titulado así para, mediante un juego de palabras, sintetizar sus penurias cuando, prófugo en los bosques, escribía urgentemente antes de que anocheciera, para aprovechar la luz del día... Y ahora también, en forma apresurada, escribía antes del crepúsculo, antes de que anocheciera. "Ahora la noche avanza de nuevo en forma más inminente. Es la noche de la muerte''.

Arenas reunía las tres condiciones más idóneas para convertirse en un paria en el "infierno'' de la "divina comedia'' del castrismo. El primer escalón descendente era ser escritor, el segundo ser homosexual y el tercero ser disidente.

Mantuvo muy pocos amigos, casi todos fuera de la isla. En algunas oportunidades tuvo la suerte de poder enviar algunos manuscritos al exterior con turistas o visitantes de confianza Y fue así como se hizo célebre fuera de su patria. Ganaba premios en el exterior mientras corría de un escondite a otro, perseguido por un sistema que se sentía burlado al saber que el escritor estaba publicando fuera de Cuba. Fue encarcelado varias veces. Cuando salió de la prisión decidió escapar para conocer "cómo es el sabor de la libertad''.

Llegó a EU. Estuvo un tiempo en Miami y luego se residenció en Nueva York. Pero fue muy poco lo que pudo gozar de su recién adquirida calma espiritual.

"Veo que llegó casi el final de esta presentación, que es en realidad mi fin, y no he hablado mucho del sida. No puedo hacerlo, no sé qué es [...] Cuando yo llegué del hospital a mi apartamento, me arrastré hasta una foto que tengo en la pared de Virgilio Piñera, muerto en 1979, y le hablé de este modo: 'Oyeme lo que te voy a decir, necesito tres años más de vida para terminar mi obra, que es mi venganza contra casi todo el género humano.' Creo que el rostro de Virgilio se ensombreció, como si lo que le pedí hubiera sido algo desmesurado. Han pasado casi tres años de aquella petición desesperada. Mi fin es inminente. Espero mantener la ecuanimidad hasta el último instante. Gracias, Virgilio''. El 7 de diciembre de 1990, en fase terminal del sida, se suicidaba en NY.

"Queridos amigos, debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida... Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión.

"Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país.

"Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy''.