Alfredo M. Cepero

Director de La Nueva Nacion

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La “vieja guardia” del viejo Joe y la nueva izquierda radical están enfrascados en un juego que los beneficia a ambos.

No siento desdén alguno por los ancianos porque yo soy uno de ellos. Pero sí siento desdén por los ancianos perversos. Además, soy consciente de que a mis 85 años estoy viviendo en “tiempo prestado.” Les he advertido a mis hijos que no me lloren en el momento de la despedida porque he vivido una vida plena de satisfacciones y emociones. Una vida llevada hasta alturas siderales por la ternura de una mujer con quién he compartido 58 años de mi vida. Dedico mis días a publicar una revista cibernética pero jamás se me ocurriría participar en política; porque digo las cosas tal como las veo sin importarme lo que piensen otros. Ese lujo no pueden dárselo los políticos. Además, a los pueblos se les respeta y se les sirve. No se les hacen promesas para no cumplirlas. Eso es lo que están haciendo los demócratas que están enterrando a su partido.

El más notorio de los enterradores es Joe Biden. Un anciano decrépito que a sus 80 años de edad es un hombre totalmente divorciado de principios y manipulado por gente empeñada en destruir a los Estados Unidos. Al final de su campaña por la presidencia en 2024, Biden habrá cumplido 82 años y, en la remota probabilidad de que fuera electo, éste hombre inmoral y desorientado habrá cumplido 86 años de edad al final de su segundo mandato. Por desgracia para el Partido Demócrata Joe Biden no está solo en su afán de aferrarse al poder.

La expresidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tiene actualmente 83 años de edad. El demócrata de Maryland y ex líder de la minoría, Steny Hoyer, tiene también 83 años de edad y ha sido un funcionario electo durante más de 60 años. El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, tiene 74 años de edad y ha estado en el gobierno durante 48 años. La senadora por California, Dianne Feinstein, ha roto todos los records con 89 años de edad y 53 años en cargos electivos. El representante por Carolina del Sur, James Clyburn, tiene 82 años de edad. Estas son las caras del Partido Demócrata. Todos ellos llegaron a Washington hace 30 años, durante la presidencia de Bill Clinton 1993-1999.

Hace varias décadas—cuando todavía eran novatos en el “pantano”—defendieron en algunas ocasiones una fuerte defensa nacional, fronteras seguras, desarrollo de fuentes de gas y petróleo, fondos para la policía y unas pocas restricciones para el aborto. Eso era antes. Ahora han dado un giro de 180 grados. Su papel ha cambiado de una izquierda moderada bajo Clinton a una izquierda solapada y extrema que actúa bajo una máscara de normalidad y se ha apoderado del partido.

El cambio del Partido Demócrata ha sido tan radical que ya no se parece al de John Kennedy. Los que mandan ahora son los senadores Bernie Sanders, Elizabeth Warren, Jon Ossoff y Raphael Warnock. El grupo que se hace llamar “la escuadra” bajo la dirección de Alexandria Ocasio Cortés, el Comité Negro del Congreso, así como los grupos externos de Antifa y de Las Vidas Negras Valen. Sin embargo, Biden y compañía todavía son caras familiares. Su misión es acostumbrar al electorado al nuevo Partido Demócrata.

Los radicales hacen lo indecible para salirse del camino. Ellos saben que todavía necesitan las caras osificadas de la vieja guardia para llegar a la transición de los que son ahora los partidos verdes del socialismo europeo. El nuevo Partido Demócrata promueve la eliminación de los fondos a la policía y apoya a los fiscales de distritos financiados por George Soros.

Estos fiscales tienen como política devolver los criminales a las calles o reducirles sus sentencias. Su credo son las teorías de la “raza crítica”. Argumentan que los delitos tienen poco que ver con la voluntad del delincuente. Que los criminales no son intimidados por las leyes. Que, por el contrario, el crimen refleja las injusticias de una jerarquía racialmente opresiva.

Al mismo tiempo, las empresas de “Alta Tecnología” son sus aliados. Mucho mejor cuando se asocian con el gobierno para suprimir la “desinformación” como lo hacen el Buró Federal de Investigaciones y la Agencia Central de Inteligencia. Todos ellos demandan un “Nuevo Trato Verde” en este mismo momento. Un nuevo trato que propone la abolición del gas natural, del petróleo y la electricidad como medios de combustión para los automóviles. El aborto es un “derecho” dado por Dios hasta el instante en que la criatura transita por el canal del nacimiento.

Su religión es el “cambio climático” por encima de cualquier consideración del sufrimiento de la clase media por la inflación, los intereses y la recesión. Quieren prohibir los rifles semiautomáticos y los permisos de portar armas. Prefieren la votación por correo—que es más fácil de manipular—antes que la votación en persona. Ya no hay “dinero oculto” sino “dinero correcto”. El dinero que envía, el Valle de Silicon y Wall Street a los grupos de izquierda.

Una proporción considerable de la nueva ideología tuvo su origen en las universidades, tales como la teoría crítica de las razas y la moderna teoría monetaria. La palabra clave es “teoría’. Esa palabra les proporciona una máscara con la cual encubrir cualquier doctrina absurda con una sofisticada doctrina innovadora.

El papel de unos calcificados Biden, Pelosi, Feinstein, Hoyer y Clyburn es asegurar a los votantes—utilizando su notoriedad—que ellos no son el tipo de gente que participa en una revolución. Irónicamente, eso mismo es lo que están haciendo.

La “vieja guardia” del viejo Joe y la nueva izquierda radical están enfrascados en un juego que los beneficia a ambos. La nueva mayoría de los demócratas radicales le permite a los vejestorios darse baños de rosas hasta que desfallezcan sin sufrir críticas o exigencias de que se retiren. Mientras tanto, el asilo de ancianos le asegura a la nación que ellos están muy viejos para ser socialistas revolucionarios de polyester. Sin embargo, estemos seguros de que, a pesar de la publicidad y del teatro, la catástrofe radical está ganando terreno sin que nos demos cuenta. Es tiempo de que despertemos.

5-15-23