Alfredo M. Cepero

Director de La Nueva Nacion

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Después de marchas para adelante y marchas para atrás la presión de la opinión pública los obligó a tomar acción

Hay momentos en nuestra vida en que aunque nos embargue el miedo los hombres tenemos que ponernos los pantalones. Si no lo hacemos nos convertimos en el hazmerreír de la humanidad. Ese fue el caso la semana pasada entre el malévolo globo comunista chino y el globo desinflado que tenemos en la Casa Blanca. Los acontecimientos han sido manipulados de tal manera que será muy difícil encontrar la verdad envuelta en tanta mentira a ambos lados del Océano Pacífico. De todas maneras voy a tratar de hacerlo.

Lo primero que debió de haber ocurrido fue la destitución inmediata del Secretario de Defensa, Lloyd Austin, y del Jefe del Estado Mayor Conjunto, Gen. Mark Milley, por haber faltado a su obligación de informar a tiempo a su jefe el presidente de los Estados Unidos. Lo segundo que Joe Biden—en su responsabilidad de velar por la seguridad nacional—ordenara la destrucción expedita del artefacto que sobrevolaba sobre el territorio nacional. Pero eso no pasó porque Biden tiene miedo al chantaje de Xi Jinping con respecto a los negocios sucios que ha hecho Hunter Biden en China Comunista.

La primera reacción del cobarde de Biden fue de no derribarlo para no molestar a Xi Jinping. Nadie en el gobierno sabía qué hacer con el globo chino. Después de marchas para adelante y marchas para atrás la presión de la opinión pública los obligó a tomar acción. La momia quiere mantenerse vigente para ser candidato en las elecciones de 2024. El propio Biden, declaró a los medios que lo acompañan y protegen que el globo había sido derribado por órdenes suyas el pasado miércoles.

Los chinos, por su parte, son taimados y saben mentir como lo demostraron con la pandemia del Covid 19. Afirmaron que el globo era una “nave civil” que estaba siendo utilizada con fines meteorológicos y que se había desviado de su ruta. De todas maneras, según Fox News, cuando el globo había dejado atrás las costas de Carolina del Sur en la tarde del sábado fue derribado por un avión militar F-22 cuando se encontraba a 58,000 pies de altura con un misil A-9X. Como resultado del incidente del globo, el Secretario de Estado, Anthony Blinken, canceló su programado viaje a China Comunista en los próximos días.

Por otra parte, las naves de espionaje son una cuestión común y yo no tengo duda alguna de que, en este mismo momento, hay muchos satélites americanos que vigilan numerosas bases militares chinas. Pero ninguno de ellos es visible al ojo humano.

Lo que llama la atención es que este globo de espionaje haya sido desplegado de tal manera que pudiera ser visto por el ojo humano. Un reto público cuyo objetivo es determinar si los Estados Unidos permiten o no la violación descarada de su espacio aéreo. Algo así como el niño a quien le mojan la oreja en la escuela para ver si es valiente o cobarde. Es además, un regreso a la década de 1960 cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraban enfrascados en la Guerra Fría y el avión U-2 piloteado por Gary Powers fue derribado por órdenes de Nikita Khrushchev.

Volviendo al presente, los manejadores de Joe Biden trataron de amortiguar el impacto publicitario negativo sobre el presidente afirmando que durante la administración de Donald Trump también habían aparecido globos chinos en los cielos americanos. Pero, como todo lo que dice esta gentuza, esto es una soberana mentira. ¿Cómo es posible que esto haya ocurrido y que ni Trump ni ninguno de sus asesores hayan sido notificados? Todos ellos lo han negado y yo los creo.

En cuanto a lo que ha motivado este reto a los Estados Unidos no tengo que ir muy lejos para explicármelo. Los chinos se han atrevido porque saben que Joe Biden es débil, es corrupto y anda por otra galaxia. No es un presidente con pantalones como muchos de sus antecesores que han  confrontado con la fuerza los retos al imperio americano. Esta conducta enérgica comenzó a mediados del Siglo XIX con la política conocida como “Diplomacia de la Cañonera” cuando algunas  potencias europeas trataron de convertir en colonias a varias naciones de América Latina. Washington las paró en seco y se acabó el problema.

Cuando finalizaba la Guerra de Independencia de Cuba, en 1898, Teddy Roosevelt—al frente de sus Rough Riders—le  puso el último clavo al ataúd español tomando la Loma de San Juan y exclamando que aquel había sido el “día más feliz de mi vida”. Nunca les pidió permiso a los españoles para contribuir a la consolidación de la libertad de Cuba.

Seis años más tarde, en 1904, ya Teddy Roosevelt era presidente. El 18 de mayo, un hombre de negocios americano fue secuestrado por elementos cercanos al gobierno de Marruecos que pidieron una suma de dinero para ponerlo en libertad. Teddy les exigió que lo soltaran y, cuando no lo hicieron, les mandó unos cuantos barcos de guerra. El americano fue puesto en libertad sin que se pagara rescate alguno.

En 1965, Juan Bosch—un comunista que había vivido en la Cuba de Castro—fue electo presidente de la República Dominicana y empezó el proceso de establecer un régimen similar al de La Habana. Lyndon Johnson invadió a la República Dominicana con 40,000 soldados y restableció la democracia. Algunos dominicanos resienten aquella invasión americana pero, sin ella, es muy probable que hubieran corrido la misma suerte de nosotros los cubanos, más de seis décadas de peregrinaje, añoranza y orfandad de patria.

En octubre de 1983, el Primer Ministro de Granada, Maurice Bishop, viajó a Cuba Comunista y se preparaba a establecer un régimen similar en su isla. El entonces Presidente americano, Ronald Reagan, decidió que no podía haber otra Cuba en el hemisferio. Invadió la isla, destituyó a Bishop y puso a correr al jefe de los cubanos, el Comandante Pedro Tortoló. “Muerto el perro se acabó la rabia.”

En 1989, el General Manuel Antonio Noriega, había convertido a Panamá en el centro de distribución de drogas destinadas a los Estados Unidos. El entonces presidente americano, George H. W. Bush, decidió atacar el tronco y ordenó el derrocamiento y captura de Noriega. El repulsivo personaje fue a parar en una prisión americana.

Xi Jinping y sus apandillados están determinados a sustituir a los Estados  Unidos como la primera potencia del mundo. Para ello, tienen que destruir a este país y avanzan en ese empeño. A quienes disfrutamos de la libertad y la prosperidad de esta nación excepcional nos corresponde defenderla y confrontar ese reto. Si no lo hacemos pagaremos el alto precio de la miseria y de la esclavitud. Para ello, tenemos que neutralizar la astucia del globo chino e inyectarle testosterona al globo americano. No hay tiempo que perder porque tenemos la soga al cuello.

2-14-2023