Ignacio Rodrigo

 

El Tribunal Superior Electoral aprobó una norma orientada, según sus voceros, a combatir la desinformación.

En Brasil se mantiene el clima de incertidumbre. A escasos días de las definitivas votaciones nadie se atreve a hacer pronósticos. Lo único cierto es que este país sudamericano tendrá un balotaje inédito, por lo reñido que se proyecta, entre dos aspirantes que ya han ejercido la presidencia y que en muchos temas tienen posiciones antagónicas.

De acuerdo con los datos del Tribunal Superior Electoral (TSE), un poco más de 156 millones de brasileños están facultados para votar. Es la mayor cifra de votantes en la historia de Brasil. En la primera vuelta celebrada el 2 de octubre acudieron a las urnas casi 124 millones de votantes y en esta corta campaña, de cara al balotaje, el esfuerzo ha estado en captar a los abstencionistas y a quienes votaron en blanco o anularon su voto en esa ocasión, que suman más de 5 millones.

El dos veces presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien gobernó entre 2003 y 2010, y el actual mandatario Jair Bolsonaro, electo en 2018 y quien busca permanecer en el poder hasta 2026, están en medio de una feroz e intensa campaña electoral. Se prevé que el debate televisado del viernes 28 de octubre, dos días antes de la votación, podría ser clave para terminar de definir las cosas.

La encuestadora Datafolha ha ofrecido este resultado de sus sondeos: 52% votaría por Lula da Silva, mientras que 48% por Bolsonaro. Al descontar el margen de error, la fotografía es de un empate.

Esta empresa, como otras tantas del ramo de los estudios de opinión pública en Brasil, han quedado en entredicho luego de que no pudieran detectar el peso electoral de Bolsonaro en la primera vuelta.

Horas antes del 2 de octubre, por ejemplo, Datafolha daba una ventaja de 12 puntos a Lula da Silva. En las urnas Bolsonaro quedó mejor ubicado a solo 5% de su adversario. Diversos analistas consultados por DIARIO DE CUBA coinciden en señalar que los seguidores de Bolsonaro podrían estar mintiendo a las encuestadoras, como parte de una campaña orquestada para promover la desinformación y contar con un factor sorpresa el día de la elección.

Este 20 de octubre, en la recta final de la campaña, el TSE de Brasil aprobó una norma orientada, según sus voceros, a combatir la desinformación.

A partir de ese día, las plataformas de redes sociales tendrán un máximo de dos horas para eliminar las publicaciones alcanzadas por una orden judicial, frente a las 24 horas actuales. Además, el TSE podrá extender la aplicación de sus órdenes a otros usuarios que hayan replicado contenidos similares a los ya eliminados.

Las medidas del tribunal, aplaudidas por diversos sectores políticos preocupados por la proliferación de las llamadas fake news, fueron recibidas con recelo por defensores de la libertad de expresión.

Para el profesor e investigador Carlos Affonso Souza, la resolución tendría por finalidad brindarle al TSE una herramienta para responder de forma más rápida a temas que incluso sean ataques contra la integridad del propio tribunal o del proceso electoral. "Están preparando el terreno para un eventual escenario de no reconocimiento del resultado electoral", apunta este profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.

El periodista Daniel Bramatti, quien justamente dirige una unidad de verificación de noticias falsas en el prestigioso diario Estadão, dice a DIARIO DE CUBA que, si bien la decisión del TSE es complicada y tiene muchas lecturas, él opta por darle un voto de confianza a los magistrados.

"Creo que el tribunal no va a usar eso para algo abusivo", sostiene Bramatti.

El diario La Nación, de Buenos Aires, ha recordado que se está en presencia de la elección presidencial más disputada en Brasil, una vez que se puso fin a la última dictadura militar en 1985.

Lula da Silva enfrenta un escenario mucho más difícil que en las últimas dos elecciones en que fue elegido. En 2002, aparecía con 29 puntos delante del candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), José Serra. En 2006, cuando enfrentó a su actual candidato a vicepresidente, Geraldo Alckmin, los sondeos lo mostraban con casi 20 puntos de diferencia.

Una demostración de lo reñida que ha sido esta campaña está en la captación del voto evangélico, que se inclinó de forma más evidente a favor de Bolsonaro en la primera vuelta.

De cara al balotaje, el izquierdista Lula da Silva se ha retractado de lo que era la postura histórica de su organización política, el Partido de los Trabajadores, a favor del aborto. El candidato y su partido difundieron una carta pública de compromiso con el electorado evangélico manifestándose en contra del aborto.

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