– 9 de mayo de 2021 –

“Domingo de la expansión misionera”.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Durante el tiempo pascual hemos ido recorriendo el camino de la “Iglesia del Resucitado”, aprendiendo cómo vivir a un tiempo el gozo y el compromiso apostólico. Lo hemos hecho de la mano de los apóstoles, que nos comunican sus experiencias; éstas son una parte importante del mensaje del que son portadores como testigos cualificados de esa verdad fundamento de nuestra Fe.

Los Hechos de los Apóstoles nos refieren hoy el bautismo del oficial romano Cornelio efectuado por San Pedro (Hechos 10, 25-26 . 34-35 . 44-48).

La Iglesia de Jesús, al acoger por primera vez a un pagano en su seno, afirma su catolicidad. San Juan nos presenta enseguida a esa misma Iglesia, henchida del dinamismo del Espíritu, como una fraternidad. Es la Iglesia del amor. Ese es el mandamiento que recibió de su Señor (Juan 15, 9-17). Es también ése el principio de vida que recibió de Dios y que le orienta hacia El, porque Dios es amor (I Juan 4, 7-10).

 El pasado domingo éramos invitados a permanecer en Cristo; con la alegoría-parábola de la vid y los sarmientos Jesucristo se nos mostraba en su cualidad de ser un solo cuerpo con nosotros; siendo su Iglesia, constituimos y vivimos esa nueva y definitiva relación que, llamamos y es, de Comunión.  Hoy nos llama de nuevo a permanecer en ese amor único en clave de amistad, o sea, en plena libertad; esa libertad nos llega con nuestra nueva condición bautismal en la que recibimos la elección para ser “hijos” del Padre y “amigos” del Hijo; o sea, a vivir y disfrutar en plenitud la vida Trinitaria: “Injertados en el Hijo y, por El, unidos al Padre, fuente del amor y Amor en sí mismo; y todo eso lo podemos realizar por la acción fecundante y santificante del Espíritu: “Espíritu de gracia, Espíritu de Santificación, Espíritu del Amor de Dios”.

En este domingo celebramos el Día de las Madres: Ellas encarnan, de manera única y excelente, ese espíritu del Amor divino; ellas están dotadas del don único de la maternidad, don que asumen y ejercen en todo momento y lugar, por eso consideramos el amor materno como el modelo iluminador de todo amor humano. Pidamos para nuestras madres todas las bendiciones y que, por ellas, nos llegue siempre, renovado, el don de fortaleza que nos impulse a promover el respeto a la vida; a toda vida, como signo de bendición y mandato del Padre que nos asocia a su obra creadora en el mundo.