“Domingo de los ministerios”

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Hoy celebramos el Día de las Madres y, aunque la liturgia de este quinto domingo de Pascua nos apremia a dar un comentario a las escrituras del mismo, no podemos dejar de mencionar la efemérides tan querida por todos. Honrar a la madre es algo connatural a todo hijo y este día honramos a nuestras madres, vivas y difuntas, con especial devoción y las encomendamos con una oración muy especial. Deseamos que, en María la madre de Jesús, encuentren aliento y consuelo, y ese hogar especial que María prepara para todos los hermanos de su Hijo. Muchas bendiciones y ¡Feliz Día de las Madres!”

El evangelio de este domingo recoge las palabras de Jesús en la tarde del jueves santo (Juan 14, 1-12): “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, palabras de actual sentido pascual. Juan, en su evangelio, Nos relata todos los hechos y palabras de Jesús bajo la luz del Resucitado; hagamos la prueba y leamos este evangelio teniendo en cuenta esa clave y descubriremos que todo es nuevo en él. Se cumplen las Escrituras y todo lo sucedido antes de la pasión es relatado en clave de resurrección y de la nueva vida que Cristo ha derramado con ella sobre el mundo.

En las otras lecturas nos encontramos con la Iglesia: La Iglesia es el pueblo de Dios, cuyos miembros detentan y ejercen un “sacerdocio real”, al que también llamamos sacerdocio común y del que somos investidos en el Bautismo (I Pedro 2,4-9). En la Iglesia existen, no obstante, diversos ministerios para el servicio de la comunidad. La delegación del más importante de esos ministerios tiene lugar por la imposición de las manos (Hachos, 6, 1-7). -La institución de los diáconos en la Iglesia conformada por la primitiva comunidad de Jerusalén, constituye un momento clave en la constitución jerárquica de la Iglesia que, desde ese momento declara, por su propia estructura jerárquica, que el servicio es fundamental en la misma; más aún, que todo en ella es servicio. Así lo estableció el Señor al lavar los pies a sus discípulos “antes de cenar”, cuando quería mostrar su amor “hasta el extremo” a “los suyos que quedaban en el mundo”. No se trata de una bella alegoría, se trata de un mandato: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn. 13, 34).

De modo que, en el Cenáculo ese Jueves santo, todo comienza de nuevo y, esta vez, bajo el signo del “servicio”, bajo el signo del “amor hasta el extremo”. Jesús de Nazaret, el Maestro y Señor, el “Cristo”, ha venido a mostrarnos al Padre, a darnos a conocer su amor; es el Camino por el que llegamos, la Verdad que nos guía sin confusión y sin engaño, y la Vida eterna que, en El y para todo el que en El crea, ya ha comenzado.