“Domingo de los Profetas”-

−21 de marzo de 2021-.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Ya en el último domingo antes de la Semana Mayor, la Palabra nos invita al encuentro con Jesús en su Camino hacia la Cruz, y nos introduce en las profundidades de su amor.

El profeta Jeremías (31, 31-34) nos anuncia hoy la alianza que Dios quiere sellar con su pueblo, inscribiendo su ley en los corazones y perdonando sus pecados. Nos encontramos en el momento de la interiorización de la ley de la mano de Jeremías, el profeta testigo de la verdad y el espíritu nuevo; por él Dios rechaza los sacrificios rituales de animales y les pide el de un corazón convertido según la voluntad y la mirada del mismo Dios; un nuevo pacto que sólo es posible por la conversión del corazón; del mismo brotarán obras de justicia y piedad, únicas ofrendas aceptables en esa nueva alianza.

Con la pasión de Jesús había de llegar la hora de esa alianza, convirtiéndose en causa de salvación para todos los que obedecen (Hebreos 5, 7-9). La salvación del hombre pasa por la muerte de Aquel cuya súplica –“a gritos y con lágrimas”- “se ha convertido, por su obediencia, en autor de salvación eterna”.

La alegoría del grano de trigo que, sembrado en la tierra debe morir para producir fruto, es la respuesta de Jesús (Juan 3, 14-21) al reclamo de unos griegos de la gentilidad, posibles prosélitos del judaísmo: “Señor, queremos ver a Jesús” le dicen a Felipe pidiendo su intercesión. -También nosotros hoy, junto con nuestra generación, buscamos a Jesús. Pero una pregunta debiera llamarnos a reflexión: ¿Buscamos al Mesías triunfante que acaba de entrar en Jerusalén, o buscamos al Hombre de la Cruz, al Cristo? -Para muchos el triunfo oculta la Cruz; y es que la Cruz conlleva negación y sacrificio. -El pasado domingo Jesús nos hablaba del amor de Dios y lo refería a la Cruz: “Cuando sea levantado” y “para que no perezca el que cree”, el que “mire al crucificado”.

En la Cruz y con su muerte, el Hijo ofrece al Padre su obediencia, llevando a cabo el plan fraguado en el seno de la Trinidad, en la intimidad, en el “corazón” de Dios. El padre da testimonio del Hijo y lo glorificará resucitándolo de entre los muertos. De pronto entramos en la “nube”, como en el misterio revelado en la Transfiguración; al final, todo consiste en la “Gloria de Dios”: El Hijo glorifica al Padre con su obediencia y el Padre glorifica al Hijo en la Resurrección. -Hoy, de nuevo, somos invitados a imitar a Jesús para ser, en El, hijos del Padre, quien también a nosotros nos glorificará, resucitándonos de la muerte y otorgándonos la vida que el Hijo de su amor nos ha conquistado con su muerte y Resurrección.