– 18 de octubre de 2020 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

“Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” ¿Cuántas veces hemos oído o dicho esta sentencia?. En el evangelio de la Misa de este domingo aprendemos de dónde ha salido y quien es el autor. Jesús define en el evangelio su postura con relación al poder temporal. Está compuesta de respeto hacia su autonomía, pero también de reivindicación de la primacía de todo lo que toca al servicio de Dios (Mateo 22, 15-21). Así habrá de proceder la Iglesia en sus relaciones con la política. El Señor está por encima de todo, afirma el profeta, y se vale a veces de quienes dirigen a los pueblos, como lo hizo con Ciro, el rey de Persia, para llevar a cabo sus planes (Isaías 45, 1.4-6) . – En la epístola comenzamos la carta de San Pablo a los Tesalonicenses. El Apóstol da gracias a Dios porque su vida es de plena actividad en la fe, la caridad y la esperanza (I Tes. 1, 1-5b).

Con frecuencia encuentro personas molestas o escandalizadas cuando otros tratan estos temas de competencia de autoridad y de poderes terrenos; muchos no entienden, inclusive viviendo y votando en los Estados Unidos de América, que la separación de “estado y religion” o, como suele decirse, “Iglesia y Estado” existe para preservar y defender la libertad de tener y practicar una religion o credo sin que el gobierno pueda interferir e intentar, con los poderes públicos, suprimir la libertad de conciencia y de religion: la primera de las libertades, sin la cual, todas las otras desaparecen sometidas al abuso del poder de los gobernantes.

Viviendo al presente momentos de tensión política y con la cercanía de las elecciones generales en nuestra Nación, el tema nos viene como anillo al dedo y nos reta a reflexionar seriamente qué papel vamos a jugar al acudir a las urnas y participar en uno de los mayores privilegios de los ciudadanos libres: elegir a nuestros gobernantes y, con ellos, afianzar los principios de libertad y participación en la vida cívica de la nación. Votar con la cabeza por personas que, en diferentes niveles de participación en el gobierno y de poder político, representen nuestros principios y aspiraciones y, por otra parte, evitar ser manipulados por las emociones. Siempre digo que el político que pide mi voto, para conseguirlo tiene que defender y proteger mis principios morales y religiosos; en segundo lugar, pero no menos importante, tiene que ser capaz de mostrarme que puede cumplir sus promesas y, que éstas, son cumplibles, de otro modo me estaría mintiendo y yo no voto por mentirosos.

El pueblo de Israel en su momento aclamó a Ciro, rey de Persia, como al “Ungido del Señor”, o sea, como “Mesías”, porque vieron en su acción libertadora y en la ejecución de sus poderes, la intención de cumplir lo que Dios les había prometido por medio de los profetas. Ciro cumplió ampliamente las expectativas del pueblo ordenando la reconstrucción del Templo de Jerusalén y, aunque los hebreos no fueron una nación independiente, vieron cumplidas sus esperanzas y pudieron reconstruir la nación dedicada a la adoración del verdadero Dios y testigo de su gloria.

Jesús, en su respuesta a los fariseos no se limita a deslindar los campos, en este caso los derechos y la honra de Dios y el derecho reclamado por el poder romano a cobrar impuestos al pueblo sometido a su dominio y autoridad. Podemos encontrar algo de ironía en la misma pues, si al César solo le pertenece la moneda con su imagen, a Dios le pertenece el hombre y todo su ser: su alma.

El espíritu del hombre sólo le pertenece a Dios y con él su conciencia. Si perdemos esa perspectiva, nos perderemos en discusiones inútiles que, al final, nos dejarán indefensos y sin criterios para llegar a ser, y serlo siempre, la imagen del Dios que nos ha creado libres y nos ha dado discernimiento para buscarlo, encontrando siempre el camino a casa, a Su casa, a su Reino que no es de este mundo.