– 21 de julio de 2024 -.
Padre Joaquín Rodriguez
“¡Hay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño!” Queridos hermanos: Con estas palabras comienza la primera lectura de este domingo, tomada del Profeta Jeremías (Jer. 23, 1-6); sin dudas, una magnífica introducción al evangelio del día (Marcos 6, 30-34), donde Jesús se hace cargo de la multitud que acude a El porque “andaban como ovejas sin pastor”. – El tema del Buen Pastor que guía y cuida a las ovejas lo encontramos con frecuencia en los profetas; hoy Jeremías nos alerta acerca de los malos pastores, refiriéndose tanto a las autoridades civiles, que en Israel tenían un mandato específico de Dios, como a las religiosas, que habían descuidado la enseñanza de la Ley o la habían convertido en una prisión de preceptos humanos insoportables, olvidando la compasión y la grave responsabilidad que tenían como guías del pueblo y defensores de los débiles.
La justicia de Dios se realiza pasando por el puente del amor y la compasión: “Amor, compasión, misericordia, verdad, equidad”, son palabras que refieren a la aplicación del mandato divino de cuidar la obra salida de las manos de Dios en su creación última y superior que es el Hombre.
El tema del pastor es, en la Biblia, una figura imprescindible para concebir al Dios que se nos revela en las palabras de La Ley y los Profetas: Palabras que señalan una voluntad y el camino para cumplirla, y Palabras que alertan ante el peligro, alientan ante el cansancio y sancionan ante la injusticia. – Cansado de las infidelidades y la desidia de los Pastores que le ha dado, Dios promete a su Pueblo ser, El mismo, su Pastor. Cuando Jesús se define como “El Buen Pastor” está, a su vez, declarando que ha llegado la Salvación de Dios y revelando que El, al ser El Buen Pastor, es ese Dios que cumple sus promesas: Así Jesús es el único Pastor de Israel.
En la Cruz, muriendo por nuestra Redención, Jesús realiza el acto supremo de su misión como Pastor de su Pueblo. Así lo vemos reflejado en la enseñanza de San Pablo en su Carta a los Efesios (Ef. 2. 13-18), donde el Apóstol de los gentiles continúa con su exposición del plan divino: Todos los hombres, judíos o gentiles, se unen a Cristo, que ha sellado con su sangre nuestra paz para con Dios. Con El y en El formamos un solo cuerpo en un mismo Espíritu, que es la Iglesia.
Todos, según nuestro estado de vida y según nuestra profesión o responsabilidad: tanto en la familia como en la sociedad; tanto en la Iglesia como en el mundo civil, militar u ocupando cargos políticos electos, si pretendemos ser y vivir como cristianos, tenemos la obligación de examinarnos ante Dios a la luz de estas enseñanzas y advertencias con que su Palabra ha iluminado nuestra conciencia. Pidamos con humildad de corazón ese don y la bendición de guiar nuestras vidas con esta enseñanza.
Terminemos orando con el Salmo 22, tan querido por los cristianos: “El Señor es mi Pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. -Me guía por sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: Tu vara y su cayado me sosiegan. -Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa. -Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.