– 30 de junio de 2024 - .
Padre Joaquín Rodríguez
Queridos hermanos:
“Dios no hizo la muerte”, nos enseña le primera lectura de este domingo (Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-25). Esta breve selección del libro de la Sabiduría, sapiencial de origen griego de la Biblia de los 70, nos guía una profunda y lógica reflexión a partir del propósito divino al crearnos. Pero la envidia del diablo introdujo el elemento disociador y corruptor del pecado, como podemos leer en los relatos parabólicos de los comienzos del libro del Génesis. – La resurrección de Cristo y, con ella, su triunfo sobre el pecado y la muerte son anunciados constantemente en los evangelios por medio de las obras de Jesús, como veremos en el evangelio de hoy. Marcos, el evangelista de este ciclo de lecturas, nos mostrará, a través de dos milagros, este triunfo de quien pasó entre los hombres haciendo el bien.
Apelando a la estrecha relación de afecto y caridad entre el Apóstol y la comunidad que éste ha engendrado por la predicación del Evangelio, San Pablo apela a la generosidad de los Corintios, comunidad donde han abundado los conflictos, pero también los dones espirituales (II Corintios 8, 7-9.
13-15). La solidaridad entre los cristianos tiene un nombre nuevo, evangélico: “fraternidad en la Caridad”. Se trata ahora de socorrer a la Iglesia Madre de Jerusalén en el espíritu del Señor que “siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”; un buen tema de meditación para todo tiempo y circunstancia.
La súplica confiada de Jairo, la confianza de la mujer en el poder salvador de Jesús y las palabras del Maestro, “no temas, basta que tengas fe”, ponen de relieve la fe en que van envueltos los milagros de Cristo. Es esa fe, don de Dios y respuesta del hombre, la que hace perdurar el efecto curativo y resucitador, evitando que el favor y el don recibidos queden en un mero recuerdo, quizás agradecido, pero nebuloso, en un pasado que no salvaría, haciéndonos olvidar que Dios ha pasado por nuestras vidas (Marcos 5, 21-43). Los milagros suponen la fe en Jesús; fe que no es un elemento mágico, sino una disposición de confianza total en Jesús; por eso su presencia debe bastar para dar seguridad de salvación. A partir de la confianza total en Jesús, la fe se irá desarrollando en una libre aceptación de Cristo salvador.
En el camino del relato evangélico podemos ver cómo la esperanza de la mujer es transformada por la acción de la Gracia en vida y salud, sirviéndole a Jairo de iluminación de una fe incipiente que lo llevará a ser testigo del poder del “Dios de la vida”. Así también nosotros, que caminamos en un mundo confuso y descreído, portamos la Luz que es Cristo y, con nuestras obras, servimos la esperanza a la humanidad de nuestro tiempo.