– 9 de junio de 2024—

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

La verdad es una sola, sólo Dios la posee y revela y, según Jesús, siempre nos hará libres.

Una vez terminado el tiempo pascual la Liturgia de la Iglesia reinicia el tiempo ordinario, que identificamos con el color verde de los ornamentos y que nos permite recorrer las enseñanzas y obras de Jesús a través de los relatos de los evangelios. En este ciclo B de lecturas dominicales, este año somos guiados por San Marcos, evangelio que nos ofrece unos relatos llenos de colorido en un estilo narrativo más bien breve, pero muy directo en la cercanía y espontaneidad con que nos presenta a Jesús de Nazaret y sus obras, a través de las cuales nos va demostrando su tesis inicial: “Jesucristo es el Hijo de Dios”.

Hoy el relato evangélico nos presenta un momento de crisis en torno a Jesús; sus parientes vienen por él porque no lo comprenden y se preocupan de su salud mental; eso ocurre muchas veces en nuestro mundo cuando alguien, diferente o muy superior, no es comprendido o, peor aún, aceptado, porque es diferente y su vida constituye un reto para los demás o para el sistema establecido. – Por otra parte, los enemigos de Jesús lo califican de “endemoniado”, acusación que Jesús deshace con una lógica que les demuestra su mala intención y maldad.

También es muy frecuente en el mundo presente degradar o destruir al “mensajero” para, con él, anular el mensaje que nos trae. El rechazo de la verdad, que nos llevaría a la saludable conversión es, según lo define Jesús, el rechazo a la verdad de Dios: el pecado contra el Espíritu Santo; es éste el pecado de la soberbia que nos encierra en nosotros mismos y nos “blinda” a la verdad. La verdad es una sola, sólo Dios la posee y revela y, según Jesús, siempre nos hará libres.

El evangelio de Marcos entra en la fase de controversias acerca de Jesús. En la lectura del domingo noveno (Marcos 2, 23-3, 6) se criticaba su libertad hacia el sábado, en éste se le acusa de loco e incluso de endemoniado; éste es el “pecado contra el Espíritu Santo” que actúa en Jesús, culpa que es imperdonable porque impide acercarse a Cristo como Salvador. El Señor responde a esta acusación proclamando su victoria sobre Satanás (Marcos 3, 20-35), evangelio de hoy. – Esta victoria de Cristo sobre el demonio había sido ya profetizada en el relato del comienza del mundo, cuando vemos a Dios anunciar que, si bien la mujer ha sucumbido a la tentación, su descendencia aplastará la cabeza de la serpiente (Génesis 3, 9-15). – Gracias a su fe en Cristo resucitado, San Pablo soporta las miserias y sufrimientos del Apóstol (II Corintios 4, 13-5, 1). Nuestra fe en Cristo y en la resurrección futura con El radica en nuestra fe en el Padre, a quien Jesús nos ha mostrado, que nos ama, y es fiel siempre a sus promesas.

En este mundo muchos rinden culto a Satanás: algunos con expresa intención, como una opción fundamental; otros, quizás los más, rechazando al Espíritu Santo en sus obras, optando por la ignorancia de la verdad o, inclusive, con la actitud indolente que les impide reconocer a Dios en sus obras y en su “imagen y semejanza” que es el prójimo, y que somos nosotros mismos. Dejemos que su Palabra hoy nos ilumine, nos llene de sabiduría y generosidad, y nos salve.