– 12 de mayo de 2024 –
-SOLEMNIDAD -.
Padre Joaquín Rodríguez
Queridos hermanos:
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor, fiesta que por razones pastorales puede ser transferida para el domingo siguiente (7mo. de Pascua); conservando siempre en la Liturgia su significado de Cuarentena de la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, de su lugar original en el jueves de la sexta semana de Pascua. Celebramos en esta Solemnidad, al recordarlo y actualizarlo en la Eucaristía, el hecho histórico del que los Apóstoles dan testimonio en el libro de los Hechos; pero con ello la Iglesia celebra y actualiza el Misterio que forma parte, como en un todo, del acontecimiento mistérico de la Resurrección y Glorificación del “Verbo hecho Carne”, del Mesías que ha completado su Camino, atravesando por su Pasión y su Cruz, al triunfo de la Resurrección y la Gloria, donde ha sido entronizado “a la derecha del Padre”.
La Ascensión es el punto culminante de todo el ministerio terrestre y de la obra salvífica de Cristo. Lucas presenta el ministerio de Jesús como una ascensión -palabra típica y casi exclusiva de este Evangelista- de Galilea a Jerusalén (9, 51), de Jerusalén al cielo (24, 50-51). De la misma manera, al comienzo de los Hechos, un resumen del ministerio de Jesús (1, 2-4) culmina en el relato de la Ascensión (1, 4-11), que es, al mismo tiempo, punto de partida de la misión de la Iglesia (1, 8).
Hoy, leyendo el comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas nos describe la partida del Señor hacia el cielo (Hechos 1, 1-11). San Marcos nos menciona este hecho de modo sucinto en su evangelio (Marcos 16, 15-20). – Siguiendo a San Pablo, contemplamos a Cristo “sentado a la derecha de Dios en los cielos”, como cabeza de su Iglesia, caudillo de la humanidad, señor del universo y fuente de vida para cuantos creen en Él (Efesios 1, 17-23).
La Ascensión, como misterio de gloria, no supone para Cristo una evasión de nuestra condición humana: Jesús prometió a los suyos permanecer con ellos hasta la consumación del mundo. De igual suerte, la contemplación del cielo no entraña una evasión para los cristianos: si los ángeles recuerdan a los apóstoles que el Señor volverá es para que regresen a sus tareas, a la misión que han recibido de dar testimonio de cuanto han visto.
Por supuesto que resultaría más cómodo y grato, en clave terrena, quedarnos contemplando el cielo, esperando la vuelta del Señor; siempre la tentación nos invita a evadirnos y evitar conflictos y no asumir responsabilidades. Pero, para ello, no recibiremos ni Gracia ni consuelo, tampoco seguridad. Sólo nos será otorgada la Gracia, y con ella los dones que necesitamos para la misión, cuando decidimos ser testigos auténticos; arriesgando seguridades, pero entregando nuestras vidas con espíritu generoso y entusiasta: dando razón de nuestra esperanza y contando a todos lo que hemos visto y oído a Cristo, el Hermano, el Redentor, el Señor de la Gloria.