– 18 de febrero de 2024 –

--“Domingo de la tentación”-.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos Hermanos:

El miércoles pasado comenzamos otra Cuaresma; tiempo de penitencia y conversión. Al acercarnos a recibir la imposición de las cenizas reconocíamos nuestra condición de pecadores y, a su vez, recibíamos una invitación a la conversión, seguida de una exhortación a creer en el Evangelio. Este Domingo San Marcos nos cuenta como Jesús, después de haber sido ungido por el Espíritu al ser bautizado por Juan en el Jordán, es empujado por el mismo Espíritu al desierto donde va a ser tentado; luego vemos a Jesús comenzar su misión llamando a la conversión como respuesta de fe en la “Buena Noticia”. Pudiéramos decir que, en pocas palabras, San Marcos nos ha presentado a la vez todo el contenido del Evangelio que nos va a relatar: Vemos a Jesús ungido y presentado como el Hijo amado del Padre, lo seguimos al desierto donde vence las tentaciones del Maligno y comienza su misión evangelizadora llamando a la conversión (Marcos 1, 12-15); un verdadero resumen de su misión trasladada a nuestro camino cuaresmal que recién comenzamos.

El camino de la Cuaresma es paralelo al de la historia de la salvación que hoy comienza a ser narrada en la primera lectura a partir del pacto sellado por Dios con Noé tras el diluvio (Génesis 9, 8-15). San Pedro nos habla hoy del Bautismo, que tuvo un anuncio profético en el diluvio (I Pedro 3, 18-22). Toda Cuaresma apunta a renovarnos en nuestra condición de bautizados; así, subiendo con Cristo al monte santo, culminaremos con El el camino en la Noche Pascual, donde renovaremos las promesas bautismales.

Jesús, después de ser bautizado, mantuvo en el desierto un combate singular con Satanás, que representa las tentaciones que hubo de superar para ser fiel al Padre. Venciendo en el desierto las tentaciones que el Pueblo de la Antigua Alianza no pudo superar, Jesús nos señala el camino a nosotros, el Pueblo de la Alianza Nueva sellada con su propia sangre en la Cruz.

Hermanos: Hoy comenzamos otro tiempo de conversión en pos de Jesús. Nosotros, como Pueblo consagrado en el Bautismo, seguimos a Cristo por el camino, para que su Cruz sea, una vez más, nuestro Camino de liberación. “Por tu Cruz y Resurrección nos has salvado, Señor”.