– 3 de diciembre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Cada año litúrgico, o sea, cada año cristiano, culmina y comienza orientando nuestra mirada hacia Cristo, centro y razón de la celebración, en el tiempo presente, del culto que manifiesta y celebra al Dios eterno. En el Bautismo fuimos iluminados, y esa luz debe manifestarse en todas nuestras obras, la primera de las cuales será siempre el culto a Dios, culto en Espíritu y Verdad, culto en el servicio y en la práctica de la misericordia; sólo así podemos calificarlo de cristiano, o sea, de la pertenencia a Cristo.

Este año (Ciclo B) lo recorreremos de la mano de San Marcos, el evangelista de la acción más que de discursos, de un relato dinámico siempre orientado a revelarnos a “Jesucristo, Hijo de Dios”. Debemos leerlo y meditarlo siempre bajo esa intención del evangelista quien, al comienzo de sus relatos los clasifica con el título que inaugura un nuevo género literario llamado “evangelio”, que ya califica la esencia de su mensaje: “Buena Noticia”. Así comenzamos con este primer domingo de Adviento el año de San Marcos en la lectura del evangelio. El Señor, al anunciarnos su retorno, nos da la consigna de permanecer en vela esperando (Marcos 13, 33-37).

San Pablo, poniendo su confianza en la fidelidad de Dios, nos invita a aguardar llenos de esperanza el advenimiento de Jesucristo, el Señor (I Corintios 1, 3-9).

En la primera lectura participamos de la ardiente petición del pueblo judío que, en medio de su dolor, acude al Señor que puede salvarle: “Ojalá rasgases los cielos y bajases, derritiendo los montes con tu presencia” (Isaías 63, 16b-17; 64, 1.3b-8).

El deseo de redención, alentado por la virtud de la Esperanza, hace al creyente elevar a Dios una oración que, a su vez, lo mantiene alerta y enfocado a la venida del Señor. El Adviento nos recuerda y reaviva en nosotros el espíritu de espera, esencial en la espiritualidad cristiana. Cristo vino en nuestra carne cumpliendo las promesas hechas por Dios a Israel; vendrá al final de los tiempos a completar su obra redentora para toda la humanidad; y continúa viniendo a nosotros en la Iglesia, que lo celebra y hace presente en el servicio y en el testimonio de la Fe, que alienta la Esperanza y se nutre constantemente en la Caridad, cualidad y naturaleza del mismo Dios Salvador a quien sirve, testimonia e invoca en el Culto verdadero a su Gloria.