– 5 de noviembre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodriguez

 

Queridos hermanos:

La actitud del apóstol San Pablo hacia los Tesalonicenses es exactamente lo opuesto a la de los Fariseos hacia el pueblo al que enseñan y exigen con severidad un comportamiento moral. Los Fariseos “lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros; pero no están dispuestos a mover un dedo para empujar”. Pablo, por otra parte, era “gentil y delicado, como una madre cuida a sus hijos”, “entregándoles el Evangelio con una entrega de sí mismo”; demostrando así que todos tenemos “un solo Padre”. Habiendo recibido tal amor, no podemos menos que responder con un espíritu humilde; y esa humildad nos predispone y prepara para recibir en su plenitud el don supremo que es Cristo.

Hoy, el profeta Malaquías reprende con vigor a los sacerdotes de su tiempo, pues tenían sumido al pueblo en el error (Malaquías 1, 14b – 2, 2b. 8-10); haciendo insoportable la práctica de la Ley multiplicando sus preceptos. -Si bien Jesús no discute la doctrina de los escribas y fariseos, sí les echa en cara que no ponen en práctica lo que enseñan (Mateo 23, 1-12); dos peligros contra los que ha de defenderse constantemente la Iglesia.

Hoy en día miramos más los frutos, o sea, el resultado de lo que se dice creer en las obras de cada persona. No quiere decir esto que cada cual puede editar su propia Ley, o decidir no tenerla; pero sí preferimos fijarnos en la sinceridad de cada uno y en la autenticidad que muestre en su comportamiento, entre lo que dice ser sus principios y lo que hace al tomar decisiones y en su relación con el prójimo.

San Pablo, al revés de esos guías perversos, confiesa a cuantos ha conducido a Cristo que querría entregarles su propia vida al mismo tiempo que el Evangelio (I Tesalonicenses 2, 7b-9.13). La relación del Apóstol con los hermanos, los fieles de la Comunidad fundada sobre su predicación, es un ejemplo que diferencia la obra de la Iglesia de Cristo con el estilo de dominio frío y desencarnado de la realidad, que había llegado a dominar la vida del Pueblo de la primera alianza. Para lograr los fines de Cristo y su evangelio deben ser usados también los métodos del Maestro, edificando desde el amor y la entrega incondicional de Aquel, que para entregársenos, no desdeñó la muerte de cruz.