– 24 de septiembre de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Siempre nos resulta difícil entender los planes de Dios cuando no somos capaces de situarnos junto a Él y mirar el mundo de los hombres desde la perspectiva divina. Muchas veces damos por supuesto que es Dios quien tiene que adecuarse a nuestros planes y proyectos, no importa lo caprichosos o injustos que puedan resultar; especialmente para el prójimo, aunque también para nosotros mismos que miramos con vista corta los acontecimientos del mundo presente. Así, siempre nos sorprende la Palabra de Dios y, más aún, la del propio Cristo, Palabra viva de Dios, cuando nos revela otra mirada y otro concepto de la justicia, como encontramos en el evangelio del presente domingo.

La generosa misericordia de Dios se muestra en su plan de salvación que supera las previsiones de los hombres (Isaías 55, 6-9); como nos enseña el Profeta, los pensamientos de Dios no son como los del hombre; el corazón de Dios es mayor que el nuestro.

La parábola de los jornaleros de la viña, que leemos en el evangelio, quiere decirnos en esencia que Dios es todo bondad. Se asemeja a aquel propietario que tiene compasión de los obreros sin trabajo y paga a cuantos han trabajado (Mateo 20, 1-16ª). Esta parábola de los denarios, exclusiva de Mateo, quiere también enseñarnos que en el proyecto divino estaba la equiparación de los gentiles y los pecadores, “los últimos”, con los fieles de la primera alianza.

El premio de los llamados antes será la seguridad y la alegría de trabajar en la obra de Dios. Trabajar en la obra de Dios es ya un premio de gloria. También vemos en la parábola una llamada a concebir y ejercer un concepto superior de la justicia en todos los aspectos de la vida terrena; en especial en este caso, en el campo laboral: el obrero es digno de su salario, pero también el salario debe reflejar la verdadera necesidad del asalariado y asistirlo en su capacidad de elevarse con dignidad por encima de una pobreza que puede resultar degradante para él y su familia.

En su carta a los cristianos de Filipos, prisionero por la causa de Cristo (en Éfeso o en Roma), Pablo analiza su situación personal bajo la amenaza de muerte, mostrando su visión sobrenatural de la vida y su preocupación por aquellos que ha evangelizado (Filipenses 1, 20c-24 . 27ª). Ante tantas pruebas que afrontamos en la vida del mundo presente, las palabras del Apóstol nos animan a perseverar en una fe que nos da fortaleza y esperanza: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir”. Fortaleza y una capacidad en la fe para relativizar la vida presente, siempre pasajera, con un espíritu de grandeza y de confianza en el Dios providente en el que creemos y esperamos la vida verdadera: la VIDA ETERNA.