– 25 de junio de 2023 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

“No tengan miedo a los que matan el cuerpo”.

Queridos hermanos:

En el evangelio de hoy leemos esta advertencia de Jesús que, seguida de “pero no pueden matar el alma”, completa una enseñanza clave que cada discípulo necesita meditar y asumir; de lo contrario estaremos expuestos siempre al miedo y, por consecuencia, a las amenazas y chantajes como armas usadas siempre por los enemigos de Dios y de la fe. Lo que mata el alma es el pecado, la pérdida de la gracia; de ahí viene la necesidad primordial de mantenernos en la fidelidad a Cristo.

Vivimos tiempos diversos debido a los cambios culturales que, lamentablemente y a pesar de manifestaciones en sentido contrario, han ido socavando y comprometiendo cada vez más la libertad individual y colectiva; en definitiva, la libertad ciudadana de la que se ha hecho tanto alarde en el último siglo.

Así podemos concluir que sólo en Cristo podemos obtener la tan ansiada y necesaria libertad: Libertad para realizarnos como personas, libertad para realizarnos como creyentes; que lo segundo se edifica sobre lo primero, es decir, sobre el cimiento de personas libres que puedan elegir desde su propia conciencia, con madurez y espíritu responsable y decidido.

San Juan Pablo II inauguró su Ministerio Petrino, exhortando a la Iglesia y a toda la humanidad a no tener miedo de abrirle a Cristo todas las puertas y capacidades humanas; si así lo hiciésemos, estaríamos iniciando de veras la nueva humanidad y “los cielos nuevos y la tierra nueva” del Apocalipsis serían ya realidad.

Jesús instruye a los apóstoles que había designado, para que tengan valor ante las contradicciones y confianza ante los fracasos. Ellos habrán de dar testimonio martirial de Jesucristo ante los hombres y Él será su apoyo ante el Padre (Mateo 10, 26-33). -Del mismo modo había prometido Dios -que “libró la vida del pobre de manos de los impíos”- ser el amparo de Jeremías contra sus enemigos. No sólo el Mesías habría de cumplir la profecía del siervo de Yahvé, humilde y paciente; también los discípulos continuarán la tradición del justo, perseguido por los que rechazan la verdad (Jeremías 20, 10-13).

Entrando en la explicación del tema principal de la carta a los Romanos, Pablo enseña que la nueva vida cristiana produce una triple liberación: de la muerte y el pecado, por la gracia de Cristo, nuevo Adán; del propio “yo” mediante la unión con Cristo y, finalmente, de la antigua Ley (Romanos 5, 12-15). La fe de la Iglesia en lo tocante al pecado original está fundada esencialmente sobre este texto; el Apóstol afirma nuestra solidaridad en la condenación, a fin de exaltar nuestra solidaridad en la gracia que se nos ha dado en Jesucristo. Si miramos a los Santos, podremos comprobar como la Gracia, el don de Dios, obra maravillas en las personas que, habiendo cooperado con el Don recibido, la Gracia, han sido transformadas en Cristo, mostrándolo en el amor y la entrega de sus propias vidas.