– “Domingo de los ministerios” –

-7 de mayo de 2023 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

La elección de los diáconos y el activo y fructuoso comienzo de su ministerio, marca a la Iglesia naciente y sienta el servicio como el “modus operandi” de la Iglesia; entendiendo como servicio, más que un conjunto de actividades en pro de los necesitados, el espíritu que debe informar toda acción en la Iglesia y desde la Iglesia.

Comenzando en el “Kerigma”, o primer anuncio del misterio de “Cristo, muerto y resucitado para nuestra redención”, hasta la última y más sencilla acción asistencial, La Iglesia sigue el modelo de su Cabeza: Jesucristo, que “no vino a ser servido sino a servir”. Es ésa su divisa y el espíritu que el mismo Jesús infundió en sus discípulos “antes de pasar de este mundo al Padre”, antes de la Cena de Pascua, con la que dio inicio a su Pasión.

Nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Escogieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo”. Encontramos este comienzo del servicio como un ministerio ordenado en la Iglesia y trasmitido por la “imposición de las manos” en (Hechos 6, 1-7). Esta primera lectura con que comienza hoy la Liturgia de la Palabra, marca el espíritu de este Quinto Domingo de Pascua. El evangelio (Juan 14, 1-12) narra hoy las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos la tarde del jueves santo.

Pero al oírle declarar “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, creemos escuchar al Resucitado de Pascua. – La lectura apostólica (I Pedro 2, 4-9) nos presenta una enseñanza capital sobre la Iglesia: la Iglesia es el pueblo de Dios, cuyos miembros componen un “sacerdocio real”. El Concilio Vaticano II nos ha insistido en su enseñanza sobre la Iglesia en este aspecto del misterio de elección recibido y participado en el Bautismo: Somos un “Pueblo Sacerdotal y Real”, que por el Nuevo Nacimiento del Bautismo ha recibido la Unción única del Espíritu Santo que nos ha consagrado para que vivamos en Cristo y realicemos sus obras: Somos “una raza elegida, un sacerdocio real” y, también, el “Templo del Espíritu”.

Todas estas lecciones de las Escrituras Santas, en el Tiempo Pascual que vivimos, se nos entregan envueltas en esa luz única y originaria de la Resurrección del Señor. Por eso cada vez que comemos del “Pan de Vida que es Cristo” en la Eucaristía, en la Comunión, “anunciamos su muerte y proclamamos su resurrección” hasta que El vuelva a completar su obra en nosotros y conducirnos a su Reino de Justicia, de Amor y de Paz.