– “Domingo de la tentación” –

(26 de febrero de 2023)

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Con el llamado a la conversión, al recibir la imposición de las cenizas el pasado miércoles, comenzamos un tiempo de gracia especial dentro del Año Litúrgico cristiano: LA CUARESMA. “Conviértete y cree en el Evangelio” eran las palabras que acompañaban ese rito que nos recordaba la intención de la Iglesia al proponernos este tiempo de oración, penitencia y conversión que inaugura la Pascua. Encontrando su momento culminante en la Semana Santa, la Liturgia nos guía paso a paso en la oración, las enseñanzas espirituales y las obras de penitencia y caridad en un camino que recorre la Historia de la Salvación, comprometiéndonos a su vez en la misión evangelizadora y redentora de la Iglesia. El tiempo pascual, a continuación de la Semana Santa, nos brinda la oportunidad de extender la alegría de la Resurrección y de poner en práctica la Nueva Vida que recibimos en el Bautismo y que ejercitamos día a día, viviendo nuestra fe y mostrando al mundo, con nuestras obras, que somos nuevas criaturas y miembros de ese Cristo que murió por todos y que ahora vive en su Iglesia.

El camino de la Cuaresma es paralelo al de la historia de la salvación que hoy comienza a narrarse en la primera lectura a partir del pecado de los primeros padres (Génesis 2, 7-9; 3, 1-7); la primera pareja humana, al ceder ante el tentador, introdujo el pecado en el mundo. -San Pablo, en su epístola a los Romanos (Romanos 5, 12-19), nos presenta a Jesús como el nuevo Adán; la cabeza de la humanidad restaurada en la amistad con Dios: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. – Jesús, después de ser bautizado, mantuvo en el desierto un combate singular con Satanás que representa las tentaciones que hubo de superar durante toda su vida para ser fiel al Padre (Mateo 4, 1-11); de este modo el Señor es modelo para el cristiano que desea superar el pecado y hace penitencia. Así Jesús inaugura la Cuaresma de su Iglesia, siguiendo el camino de los antiguos profetas Moisés y Elías. Al seguir a Jesús al desierto, nos iniciamos como sus discípulos; si seguimos sus pasos, llegaremos con El a su Gloria, que El nos ha prometido.

Si bien es cierto que la Iglesia nos llama a renovarnos con prácticas especiales que, partiendo de acciones concretas como el ayuno y la limosna, constituyen ayudas necesarias en el camino de la conversión, la oración ocupa un lugar único, principal e indispensable; porque toda conversión comienza en el corazón, en la conciencia del hombre. Sólo en la oración sincera, profunda y humilde el Espíritu se manifiesta y puede iniciar en nosotros una auténtica conversión. Por eso, el primer domingo de Cuaresma, nos encontramos con Jesús en el desierto: en oración, escuchando la voz del Padre, alimentándonos del Pan de su Palabra.