– “Juan el Precursor” –

--4 de diciembre de 2022 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

La impresionante figura de Juan el Bautista y su mensaje de conversión para preparar el pueblo de Israel a recibir al Mesías domina los domingos segundo y tercero de Adviento; hoy lo oímos gritar “conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos”. Juan es el Precursor, es decir, el que corre delante para anunciar la venida del Señor. El es quien invita a sus contemporáneos a “preparar el camino del Señor”, a purificar sus conductas, pues es inminente la venida del Mesías (Mateo 3, 1-12).

El profeta Isaías ve a Cristo el Salvador, que había de reconciliar a la creación consigo misma, como descendiente de David, sobre el que se posa el Espíritu de Dios (Isaías 11, 1-10). En una proyección profética que pudiera parecernos idílica, utilizando metáforas bucólicas, el Profeta nos invita a soñar con un Día del Señor de equidad, que nos llevará a una justicia y felicidad superiores a todo lo imaginable humanamente: “la vaca pastará con el oso, habitará el lobo con el cordero, el niño jugará con la serpiente”; imágenes que nos invitan a desear un mundo sin violencia ni codicia, sin envidia ni odio; en definitiva, un mundo sólo posible bajo la guía de la Ley  y el Amor de Dios.

La conversión a que la Palabra de Dios nos invita es posible, pero requiere que reconozcamos que no nos bastan nuestras fuerzas; hay algo que lastra nuestra naturaleza aun partiendo de los mejores deseos e intenciones. El Señor siempre está cerca, pero nos lastran y debilitan nuestros pecados. Sólo podremos lograr el cambio necesario si lo buscamos conscientes de que lo hacemos movidos por El, por su Espíritu, por la gracia de su amor.

San Pablo nos anuncia el ofrecimiento a todos los hombres de la salvación en Jesucristo.  El Apóstol nos trae dos propuestas concretas: acudir a la Sagrada Escritura y leerla pausadamente, porque “todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra”; y acogernos “mutuamente como Cristo nos acogió para gloria de Dios”. Todo bajo la suave moción de la gracia (Romanos 15, 4-9).

Vivimos de nuevo el comienzo de un Año del Señor llenos de Esperanza, alegres y confiados, pero también esforzándonos en las obras de conversión para recibir dignamente al “Señor que llega, y viene a salvarnos”; “que El nos dé sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo”.