– 4 de septiembre de 2022 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos Hermanos:

“Posponerlo todo y cargar la Cruz”, hasta el punto de dejar padres y hermanos, y hasta despreciar la propia vida, dejándolo todo…, hasta la seguridad que parece ofrecernos una vida como nos la ofrece el mundo presente que, a pesar de su caducidad, nos atrae y fascina con sus promesas. Todo esto nos lo advierte Jesús en su camino hacia Jerusalén, donde culminará su misión. Para ser aceptados como discípulos Jesús nos pone condiciones: Debemos estar dispuestos a renunciar a todo y a todos; también al egoísmo; dura renuncia para quienes veían a Jesús como futuro rey que les proporcionaría prosperidad, libertad y poder. Para el mundo, prever significa calcular y acumular bienes; para Cristo es precisamente lo contrario: renuncia y disponibilidad sin condiciones (Lucas 14, 25-33).

La primera lectura nos invita a escudriñar las intenciones de Dios sobre nosotros (Sabiduría 9, 13-18). De este modo, podremos organizar nuestra vida de manera que correspondamos a esas intenciones. Sólo es posible comprender el designio de Dios cuando se es iluminado por la fe con la gracia del Espíritu Santo.

La breve carta a Filemón nos llama a una profunda meditación y a la conversión necesaria, para que la sociedad de la que formamos parte, sea fermentada por el Evangelio, vivido por cada cristiano. San Pablo muestra una delicadeza magistral a la vez que expone en su petición al discípulo el principio cristiano de la Caridad. La Caridad, virtud cristiana por excelencia, debe moldear al discípulo y transformarlo tan radicalmente que, la antigua relación amo-esclavo se convierta en una de hermanos en Cristo. (Filemón 9b-10.12-17).

El Apóstol apela a su autoridad revestida del privilegio que le otorga su paternidad espiritual, tanto en relación al esclavo Onésimo como a Filemón, respetando siempre la libertad de éste. La llamada “revolución social” que trajo el Evangelio no pretendió imponerse a la fuerza, forzando un cambio estructural de la sociedad; sino que transformó al creyente cambiándole el corazón. Es desde ese cambio de corazón y conversión de la conciencia que puede realizarse un verdadero cambio duradero, eficaz y justo en las estructuras sociales y en las relaciones entre los hombres.