– 3 de julio de 2022 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

En su despedida al irse al Cielo, acontecimiento que hemos celebrado en la Ascensión del Señor, Jesús envía a sus discípulos a ser sus testigos y a anunciar la Buena Noticia de la salvación para todos los pueblos; ellos permanecerían en Jerusalén esperando la Fuerza de lo Alto y recibiendo el Espíritu Santo en Pentecostés. Un preámbulo y anuncio de esa inauguración de la acción misionera de la Iglesia la encontramos en el evangelio de este Domingo: Además de los Doce apóstoles, Jesús envió un grupo más numeroso de discípulos para anunciar la llegada del Reino de Dios.

Después de haberles recordado las exigencias de su apostolado, Jesús envió a setenta y dos discípulos a predicar el Evangelio, preparándole su próxima misión en su ruta hacia Jerusalén. El número de setenta y dos recuerda el de los ancianos que participaron del espíritu y la misión de Moisés en el Sinaí. Jesús les instruye de forma semejante a los apóstoles: que vayan con pobreza y dignidad (Lucas 10, 1-12.17-20), ellos irán en nombre de Jesús y participarán de su espíritu y harán señales en su nombre para confirmar su misión.

La Buena Noticia es siempre portadora de alegría; según los antiguos profetas, ésta sería una señal de la llegada de los tiempos mesiánicos; así se lo anuncia Isaías al Pueblo elegido, simbolizado todo él en la Ciudad Santa: “Festejen a Jerusalén, gocen con ella” – “yo haré derivar hacia ella, como un río la paz”.

En un verdadero sumario del tema principal de la Epístola, el apóstol San Pablo concluye su carta a los Gálatas (Gálatas 6, 14-18). Para el cristiano la vida nueva ha comenzado en Cristo crucificado; en esto estriba la legitimidad del cristiano. Todos hemos nacido a la vida de la Gracia en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo: Es necesario morir con El para resucitar también en El. En el Bautismo hemos obtenido esa gracia; en el Bautismo hemos accedido a la Salvación.

Pudiéramos resumir las enseñanzas de la Palabra en este domingo de la siguiente manera: Jesús entrena y prepara a su Iglesia para la misión en la propia acción misionera; la misma Iglesia (los discípulos) es instruida y enviada a la vez; la acción apostólica es acción salvadora, a la vez, para el enviado y para el destinatario de la buena nueva. -El centro del mensaje siempre será el mismo Jesús; Cristo muerto y resucitado nos envía y se hace presente en nosotros y por nuestro apostolado. -Por último, la Salvación anunciada y propuesta es motivo de alegría: Todos estamos llamados a gozar y celebrar en la Alegría de la Salvación que trae consigo la Buena Noticia del Reinado de Dios.