– 5 de junio de 2022 –

“El nacimiento de la Iglesia”

Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Durante la cincuentena pascual hemos ido recorriendo los acontecimientos inmediatos a la resurrección del Señor: Hemos caminado con Jesús hacia Emaús, hemos comido con El a  orillas del lago de Genesaret, Jesús ha aparecido entre nosotros una y otra vez mostrándonos sus llagas gloriosas, nos ha bendecido y ha derramado su Paz en nuestros corazones. Avanzando en la liturgia diaria hemos oído sus enseñanzas, algunas anteriores a su Pasión, pero relatadas desde una evidente mirada pos-pascual; por último, acercándonos a este día, lo hemos escuchado hablarnos más y más del Espíritu que nos enviaría desde el Padre. En el discurso-oración de la Ultima Cena nos ha ido llevando más adentro en la revelación del Padre y de nuevo de ese Espíritu de Amor y Verdad que prometió enviarnos en esa promesa-revelación de la propia naturaleza divina en el misterio trinitario.

Por fin hoy es Pentecostés, el día definitivo de nuestro nacimiento como Iglesia: la Iglesia del Resucitado, la Iglesia del Espíritu. En la descripción de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11), el Espíritu Santo se presenta como viento impetuoso y bajo la forma de lenguas de fuego; un viento que no se puede dominar; es también un fuego que enciende a quien lo recibe sin consumirlo; como aquel viento que secó el mar Rojo para que el Pueblo de Dios lo atravesara hacia la libertad; como aquel fuego que brotaba de la zarza ardiente desde la que Yahvé habló a Moisés, sin consumirla.

Ambas imágenes ilustran la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en los cristianos. Tiene la fuerza para movernos en el seguimiento de Cristo y la capacidad de hacer que ardamos en su amor. San Pablo, por su parte, nos presenta al Espíritu como principio de la unidad de la Iglesia en la diversidad de sus ministerios (I Corintios 12, 3b-7.12-13). Hoy todas las lecturas hacen notar el hecho de que el Espíritu Santo fue dado a los Apóstoles en relación con su misión, tanto en los Hechos como en el evangelio del día encontramos esa enseñanza.

Finalmente, la lectura evangélica (Juan 20, 19-23) nos revela que la efusión del Espíritu ya ocurre el mismo día de la Resurrección y que, como fruto inmediato y don del Resucitado a su Iglesia, el perdón de los pecados queda ligado a la misión de los Apóstoles y como señal de la nueva autoridad, otorgada en beneficio de todo el que crea y se convierta. El poder de llaves, atar y desatar, o sea, el don del perdón, es un regalo constante que Jesús prodiga en la efusión libre y abundante del Espíritu Santo.