– “Domingo de la expansión misionera”

– 22 de mayo de 2022 –

Padre Joaquin Rodríguez

 

Queridos Hermanos:

“El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada” (Jn. 14, 23). Este primer versículo del evangelio que leemos hoy nos introduce al misterio de la Trinidad revelado por Jesús; además, nos muestra la íntima relación necesaria entre nuestra pertenencia a Cristo y nuestra razón de ser Iglesia misionera: Misionera para el mundo de parte de Dios que en nosotros, su Iglesia, se da a conocer y llama a la salvación; esta salvación se realiza por el ministerio apostólico desde la Iglesia y se completa en su fase terrena en la Iglesia misma, lugar privilegiado del encuentro salvífico.

“Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…” (Hechos 15, 28). Palabras solemnes y llenas de la autoridad del Espíritu que emanan de las decisiones del primer Concilio de la Iglesia en respuesta reconciliadora ante la primera división causada por los judaizantes. El concilio de Jerusalén (año 49) al que alude la primera lectura, supone un hecho clave para la Iglesia: la ruptura definitiva con el judaísmo y su apertura al mundo gentil (Hechos 15, 1-2.22-29). En lo sucesivo será ya la nueva Jerusalén, o sea la Iglesia, que camina humilde y dolorosamente a través de los siglos, a la espera de irradiar su gloria en la plenitud de los tiempos (Apocalipsis 21, 10-14.22-23).

En medio de sus trabajos, la Iglesia goza dentro de lo más íntimo de su ser de una paz que no procede de los hombres, sino de la presencia en ella del Padre, el Hijo y el Espíritu (Juan 14, 23-29). La Iglesia la definimos, en la mejor expresión de su teología, como el Cuerpo de Cristo; en la pedagogía paulina el Apóstol de los gentiles nos la dibuja como un cuerpo en el cual cada miembro es importante y necesario, siendo Cristo su cabeza y origen de su vida y unidad. San Pedro nos la enseñará como un edificio espiritual conformado con piedras vivas. En el Apocalipsis la vemos en su plenitud celeste y triunfante edificada sobre el cimiento de los Apóstoles e iluminada por el Cordero. Juan la ve brotando del costado abierto del Redentor crucificado rodeado del pequeño resto fiel al pie de la Cruz.

La Iglesia es la Nueva Creación que crece continuamente con el nacimiento de nuevos hijos por el Bautismo y la llamada convocadora del anuncio de la Buena Nueva. Su ingrediente aglutinante indispensable, como leemos hoy en el Evangelio, es el Amor que continuamente nos convoca, nos santifica y nos acoge a la nueva, definitiva y eterna vida en el Padre, el Hijo y el Espíritu.