– 27 de febrero de 2022 -.

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

El sentido común y la razón no son, por sí solos, caminos de salvación ni garantizan la posesión de la verdad, pero siempre serán necesarios para que, caminando con sabiduría, lleguemos al conocimiento de la verdad y ésta, como nos ha enseñado Jesús, nos hará libres. Libres para seguir buscando el camino verdadero y, por el mismo, alcanzar la verdad plena que sólo se encuentra en Dios y en sus mandamientos. – En el Evangelio de este domingo (Lucas 6, 39-45) Jesús nos exhorta a juzgar al prójimo por sus obras.

El evangelio recoge hoy tres breves parábolas: “la del ciego que conduce a otro ciego”, “la de la paja y la viga” y “la del árbol al que se reconoce por sus frutos”. La primera lectura ilustrará esta última parábola, recordando que la palabra del hombre manifiesta su personalidad (Eclesiástico 27, 4-7); los consejos del sabio nos exhortan a no precipitarnos en el juicio de los demás hasta observar bien su razonamiento. -No debemos arrogarnos el derecho de juzgar al prójimo pero, de hacerlo, hemos de hacerlo con sabiduría, prudencia y justicia; actitudes necesarias para que lo realicemos al modo de Dios y para el bien del prójimo y no para provecho propio e interesado.

También insiste el Maestro en criticar la presunción y la hipocresía de quienes se proponen como modelos y no descubren antes sus propios defectos. La verdadera sabiduría la alcanzamos combinando la observación del mundo que nos rodea, utilizando el razonamiento lógico, adquiriendo información fidedigna, meditando la Palabra de Dios y pidiendo luz para conseguirla; por lo tanto, es una condición muy necesaria acometer la tarea desde la humildad, por la cual reconocemos nuestros límites y pobrezas, también nuestra ignorancia, que es la pobreza mayor.

San Pablo concluye su exposición acerca de la resurrección con un grito de triunfo y una acción de gracias a causa de la victoria que hemos obtenido sobre la muerte por medio de Cristo (I Corintios 15, 54-58). Nos recomienda y exhorta a trabajar en la confianza y sin reservas en la obra del Señor. Es de justicia que trabajemos por Cristo, esperando la recompensa como fruto de nuestra entrega a El y su obra, en la cual tenemos el privilegio de participar.