– 21 de noviembre de 2021 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

“TÚ LO HAS DICHO. SOY REY. YO NACÍ Y VINE AL MUNDO PARA SER TESTIGO DE LA VERDAD. TODO EL QUE ES DE LA VERDAD, ESCUCHA MI VOZ’. (Jn. 18, 37)

 

Con estas palabras de Jesús termina la lectura del evangelio de hoy; si seguimos leyendo le oiremos decir a Pilato: ¿Qué es la verdad?. Es evidente que estamos presenciando un intercambio de palabras que no llegan a producir un verdadero diálogo, debido a que el lenguaje de Jesús, y la significación de sus palabras, procede de una revelación divina: el reino de Jesús, anunciado en y desde la historia humana, es un acontecimiento salvífico y se realiza en la verdad; el de Pilato, de este mundo, nos refiere a la dominación, el poder y la fuerza; es un reino de confrontación, de vencedores y vencidos donde no se busca la libertad del hombre.

El reinado de Cristo será el de la Justicia, el Amor y la Paz, y será un Reino eterno en el que sus ciudadanos lograrán la COMUNIÓN entre sí y con el Padre. Para que esta Comunión sea posible, será necesaria la Libertad; y esa es la clave para entender a Cristo y su Evangelio y, necesariamente, para instaurar el reinado de Dios entre los hombres. – Para los judíos, la verdad es la fidelidad de Dios, la adhesión a la palabra que ha dado, al juramento de Dios. – Para los griegos y los romanos, la verdad es una cuestión más bien filosófica, y por eso se sitúa dentro de un sistema, ideal para los griegos, legal para los romanos, pero sólo un sistema, un orden, donde el espíritu no cuenta. –

Si comprendemos esto, comprenderemos que no se trata solamente de un asunto de semántica, sino del más profundo significado del don de Dios y de su irrupción en la vida de los hombres a quienes Cristo vino a salvar en libertad. Precisamente es la libertad la que no soportan los que aspiran a dominar y controlar y, por lo tanto, tampoco la Fe y el Amor que nos hace libres.

La visión del Hijo del Hombre como imagen del Rey Mesías propia del libro de Daniel fue aplicada por Jesús a sí mismo repetidas veces (Daniel 7, 13-14), pero ante Pilato el Señor declaró el carácter espiritual de su reinado de justicia, amor y paz; súbditos de ese Reino son los que son partidarios de la verdad y escuchan su voz (Juan 18, 33-37). -  El libro del Apocalipsis proclama la gloria celestial del Hijo del Hombre, “el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra” (Apocalipsis 1, 5-8).

La Solemnidad de “Jesucristo, Rey del Universo” fue instituida por el papa Pío XI con la encíclica “Quas primas” el 11 de diciembre de 1925; desde la reforma litúrgica del Vaticano II ha sido colocada el último domingo del Tiempo Ordinario, como final y compleción del año litúrgico, para expresar el sentido de consumación del plan de Dios que conlleva este título de Cristo por encima de malas interpretaciones político-religiosas.