– 5 de septiembre de 2021 –

Padre Joaquín Rodríguez

 

“Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Queridos hermanos:

Cuando Jesús abrió los sentidos de un sordo tartamudo estaba anunciando la libertad para escuchar y proclamar la palabra de Dios; pero asimismo estaba proclamando la llegada del Reino de Dios, tal como lo reconocieron los testigos del milagro (Marcos 7, 31-37); es la imagen del hombre después del pecado, incapaz de comunicarse y desvinculado de la comunión y de una relación sana con su iguales, familiares y vecinos. La curación de las secuelas de las enfermedades que atan a los hombres: ceguera, sordera, mudez, parálisis eran signos previstos por los profetas (Isaías 35,4-7ª); el pueblo no sólo veía en eso una intervención divina, sino que recordaba la profecía que leemos en esta primera lectura, y que anuncia precisamente esos milagros como señal de los tiempos mesiánicos.

Santiago pone un ejemplo de falta de caridad en la misma asamblea litúrgica, mientras que la preferencia de Dios con los pobres debería ser una forma normal de actuación para la Iglesia, sin tener  acepción de personas (Santiago 2, 1-5); Dios ama a los pobres con un amor de predilección y Jesucristo lo proclama constantemente con su actitud y en su predicación; sólo tendríamos que recordar las Bienaventuranzas, tanto en la versión ideal del Reino de San Mateo, como en la versión de inmediata proyección social de San Lucas. También el apóstol San Pablo nos alecciona acerca de esa acepción de personas y sobre la división que causa en la Asamblea, que es la Iglesia, cualquier tipo de clasificación de los hermanos por su apariencia o posición social y todo tipo de discriminación. Sin dudas que el tema estará siempre presente cuando de humanos lastrados por el pecado (todos los humanos) se trata.

Cuando intentamos, aun con buenas intenciones, de conseguir la igualdad en la dignidad de las personas en la sociedad, si lo hacemos fuera del marco del espíritu evangélico, suele fracasar o desviarse hacia temas de dominio y control, como vemos en el mundo actual. Sólo la CARIDAD asistida por el Espíritu de Dios hace posible la consecución de esa “igualdad” o “nivelación” deseada. Por lo tanto, nosotros tenemos la misión y la palabra en un tema que tanto preocupa, asusta y se presta a desviación manipuladora, porque tenemos el Espíritu a nuestro favor. Es parte del plan de Dios para su Pueblo Peregrino. Al final, todo será posible si experimentamos un encuentro personal con Jesús, porque El sí posee el Espíritu de Dios.