– “Corpus Christi” – Domingo 6 de junio de 2021. –

Padre Joaquín Rodríguez

 

Queridos hermanos:

Hoy celebramos el gran misterio de la Eucaristía, tan importante que la Iglesia, que lo celebra diariamente, nos ofrece este día cada año para que meditemos en el gran don que recibimos en este “Sacramento admirable”. Cada Jueves Santo conmemoramos la institución de la Eucaristía en la nueva Cena Pascual que Jesús inauguró con sus discípulos antes de padecer y morir por nosotros.

Ligada íntimamente a la Cruz, descubrimos y celebramos en ella el “Sacrificio redentor” por el que el Señor Crucificado nos ha lavado los pecados; por eso también hablamos de la “Sangre que nos purifica”. Precisamente este año las lecturas ponen el acento en la “Sangre de la alianza, derramada por todos”.

En el evangelio, oímos que Jesús declara a sus discípulos, mientras les ofrece la copa: “Esta es mi sangre, sangre de la Alianza” (Marcos 14, 12-16.22-26). De este modo, evocaba el sacrificio de la alianza sellada entre Dios y su pueblo en el Sinaí (Éxodo 24, 3-8). Pero también prefiguraba el sacrificio que iba a ofrecer sobre la cruz. Cuando en la epístola meditemos sobre el alcance del sacrificio de Cristo, celebraremos, una vez más, el memorial con una fe más viva (Hebreos 9, 11-15).

La Eucaristía es un “memorial” porque no sólo ‘recuerda’, sino que ‘actualiza’ el evento de la Cena en la cual es instituida; para hacer presente, con todos sus beneficios redentores, la entrega de Cristo a los hombres. Así la Iglesia recibe el mandato y, con él, el “mandamiento nuevo” de amarnos como Él nos ha amado.

También la Eucaristía nos revela que, la invitación y mandato a perpetuarla, nos sitúa en una relación única y privilegiada con Cristo: “Maestro, Señor y Amigo”, quien nos ha elegido y nos ha confiado, en testamento de amor, su Cuerpo y su Sangre para ser ‘comido y bebido’ en la Cena sagrada que nos comunica todos sus dones. Y todo esto en clave de encuentro personal, pero a la vez con el contenido del envío misionero.

No podríamos concebir la vida de la Iglesia y la perseverancia de sus miembros en la unidad con su Señor y Cabeza y entre todos sus miembros, sin la Eucaristía: “Lugar privilegiado del encuentro de los hermanos para ser edificados en la Caridad” y cumbre de todo lo que la Iglesia es, vive y celebra en la relación que mejor la define: “Comunión”.