Manuel Machado, España

(1874-1947)

 

Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
-soy de la raza mora, vieja amiga del sol-,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el ama de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos, ¡pero no darlos! Gloria... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven
y que jamás me obliguen el camino a elegir.

¡Ambición!, no la tengo. ¡Amor!, no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.

De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.

Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!...

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!

 

BIOGRAFÍA

El poeta Manuel Machado Ruiz nació en Sevilla, actual capital
de la comunidad autónoma de Andalucía (España), el 29 de
agosto del año 1874. Su padre (Antonio Machado Álvarez) era
un conocido folclorista sevillano de sobrenombre «Demófilo»
y su madre Ana Ruiz. Su hermano fue otro poeta de talla
similar y de trayectoria paralela: Antonio Machado. De su
padre heredó con creces el amor a lo auténtico del carácter
popular andaluz. También su infancia debió transcurrir en
un patio de Sevilla, en donde habría un alegre huerto con,
-al menos-, un limonero, en el seno del palacio de Las Dueñas,
en donde su padre trabajaba como administrador de la ilustre
casa ducal de Alba. Pero cuando Manuel tenía 9 años, Sevilla
se les había quedado pequeña y hubo que buscar fortuna en la
capital de España, que siempre acoge a todos con los brazos
abiertos. La familia se trasladó a Madrid y allí fue donde
desarrolló lo importante de sus estudios que llegaron hasta
la licenciatura de Filosofía y Letras. A partir de esos años,
la familia Machado volvería a Sevilla en muy escasas ocasiones
pero lo sevillano y lo andaluz siempre fue para él una
referencia viva, aunque distante, por la nostalgia y el amor
que derramaban sus padres hacia la tierra que les vio nacer.
En Madrid, el joven Manuel empieza a dar a conocer sus
primeras poesías. Con el transcurrir de los años, llegó a
ser director de la Hemeroteca y Museo Municipal. Creó varias
revistas literarias de escasa duración, y colaboró en
periódicos diarios de Europa y América. En el año 1938
-en plena guerra civil- fue designado para ocupar un sillón
en la Real Academia Española. Manuel y Antonio, dos poetas
hermanos que despuntaban en aquel Madrid de principios del
siglo XX, ambos llegaron a colaborar en la creación teatral,
siempre impregnada de situaciones que recordaban al típico
ambiente andaluz. La obra cumbre de la creación teatral de
los hermanos Machado, es sin duda, «La Lola se va a los Puertos»
de la cual se han hecho un par de versiones cinematográficas.
Otras obras teatrales en cooperación fraternal fueron «La duquesa
de Benamejí» ; «La prima Fernanda» ; «Juan de Mañara» ;
«Las adelfas» ; «El hombre que murió en la guerra» ; «Desdichas
de la fortuna o Julianillo Valcárcel». Después los dos hermanos
poetas se encaminan por senderos separados que les conducen,
hacia el final de sus vidas, a abrazar los dos diferentes bandos
en los que desembocó España por culpa de la guerra civil.
Manuel y Antonio, a pesar de recorrer caminos separados en la
creación poética, siempre conservaron un paralelismo en sus obras,
que cualquiera que las observe con algún detenimiento, descubrirá
en cada una de ellas, algunos retazos o matices que delatan la
fuente común de la que bebieron y vivieron. Tiene Manuel Machado
una poesía titulada «Adelfos» que bien pudiera llevar el subtítulo
de "Autobiografía". Se trata de una de las más bellas
autobiografías poéticas de la literatura española; en ella,
el poeta describe con bellos florilegios, una argumentación muy
paralela a la contenida en la poesía «Retrato» de su hermano
Antonio. Ambas poesías están construidas de versos alejandrinos;
ambas poesías se componen de serventesios, -nueve serventesios
la de Antonio, uno menos la de Manuel-; y ambas poesías describen
con maestría inigualable, las autobiografías poéticas respectivas.
También tiene Manuel otro paralelismo asombroso, en relación
con una bella poesía titulada «La saeta». Quizá, «La saeta» más
conocida, la que puso música el cantautor J.M: Serrat, es la
poesía de Antonio Machado. Pero no menos bella, aunque sí menos
difundida es «La saeta» de Manuel Machado. Estos asombrosos
paralelismos que se pueden detectar en los dos hermanos Machado,
no desmerecen en nada, la calidad poética de cada uno. De todo
ello hay que desterrar toda vaga sospecha de plagio y centrarnos
en la idea de unos orígenes, vivencias y estilos, lógicamente
muy comunes. Después, la vida, con sus avatares, hizo que
quedaran sus destinos muy separados, por culpa de las
ideologías o del simple azar. De toda guerra civil, siempre
se dice que es una lucha entre hermanos, y en el caso de estos
dos poetas, no puede ser la frase de mayor literalidad.
Al llegar triunfante a Madrid, la sublevación de Franco en
el año 1939, Manuel tuvo la ocurrencia de dedicar
al militar una poesía de panegírico

titulada «Al sable del Caudillo». Esto le
valió a Manuel el reconocimiento y el salvoconducto para
poder vivir dentro de un régimen que exterminó y arrojó
al exilio a tantos poetas, literatos e intelectuales de
mucha valía. Cuentan sus biógrafos, que poco tiempo
después de publicada, sintió Manuel un gran arrepentimiento
por escribir y publicar la fatal poesía, máxime cuando se
enteró de la muerte de su madre y hermano, en el obligado
exilio francés. En Madrid, el 19 de enero de 1947 moría
este insigne poeta que nos dejó una buena colección de
poesías, de calidad suprema.