Por Alfredo M. Cepero

(Poema escrito para el acto en conmemoración del 50 aniversario de su caída en combate, el 13 de marzo de 1957).

Había una vez un joven que soñaba despierto

con una patria justa y un pueblo sin dueño.

Y era tan intenso y grandioso su sueño

que no ha sido alterado por la muerte ni el tiempo.

Al contrario, a cincuenta años de distancia y silencio

su grito libertario cabalga sobre el viento.

Su palabra es mensaje, su conducta es ejemplo

para un pueblo que busca angustiado el regreso.

Por eso en esta noche de presencia y recuerdo

no es permitido el llanto, ni el dolor, ni el lamento.

Porque, para nosotros, José Antonio no ha muerto

mientras haya un cubano que lo lleve en su pecho.

Mientras en la patria de nuestros anhelos

la libertad se pague en mártires y presos;

el odio sea consigna, el terror ande suelto

y el hambre el compañero de niños y de viejos.

José Antonio es entonces el eterno guerrero

para todos los hombres y todos los tiempos,

contra todo tirano que le oprima a su pueblo

en la Cuba de antes y en la de este momento.

Y nosotros, somos todos su ejército

de ideal y esperanza, más ardientes que el fuego.

Y con e1 caminamos en dimensión de ascenso

hacia la cumbre mística de su pensamiento;

donde nadie se sienta con poder o derecho

a que sus ambiciones puedan ser privilegios.

Porque éste Capitán de nuestro empeño

ya está libre de pasiones y desvelos;

y sólo aspira a que en Cuba y en los Cielos

reinen amor y perdón sin paralelos.

José Antonio, hermano, compatriota y compañero

en esta noche de recuerdo y juramento,

te juramos que no descansaremos

hasta que el sacrificio heroico de los muertos,

 no haya encontrado razón para el sosiego

en la realidad maravillosa de tu sueño.

Miami, Florida 2007