Julio Estorino
Hoy yo quiero, Señor, darte las gracias,
porque he abierto los ojos, de mañana,
y he visto al sol romper en mil colores
el negror de la noche que se acaba.
Hoy yo quiero, Señor, que cante el río
con su voz cristalina de agua mansa
y que rompa en las piedras todo un salmo
que agradezca ese sol que me levanta
y agradezca la luna que se ha ido,
pues me pone a dormir bajo tu guarda.
¡Tú te ocupas, Señor!... ¿Qué me preocupa?
¡Tú te ocupas, Señor, y a mí me basta!
Me basta con saber que Tú eres padre
cuando tiemblan mis pasos en la marcha,
me basta con saber que Tú vigilas
cuando mi vista a descubrir no alcanza
detrás del mar bravío, el puerto amable;
después del desaliento, la confianza.
Por eso vengo con un canto alegre,
porque vengo, mi Dios, a darte gracias.
Porque veo tu mano en mi camino
y tu toque de artista en cada planta,
porque veo en los astros tu pericia,
paciente ordenador de las galaxias,
porque me hablan de Ti la flor que nace
y el pájaro que va de rama en rama,
y mi perro con su cola al vuelo,
saltando de alegría a mi llegada,
y el cocuyo que enciende su luz verde
como dándole paso a la esperanza.
¡Todo me habla de Ti, todo me invita
a decirte mil veces: ¡gracias, gracias!
Por el beso de la madre buena
por el padre que me dio su savia,
por mis nobles hermanos, la familia,
los amigos de hoy, los de la infancia.
Por la esposa que sigue siendo novia
y las hijas que mi ser solazan,
por los nietos que son cual querubines
escapados, Señor, de tus moradas.
Por el hombre que cruza mi camino
y me tiende su mano o su guadaña,
por la vida, que es don del amor tuyo,
por todo el universo, y por mi patria...