Gertrudis Gómez de Avellaneda

 

¡Mirad!, ya la tarde fenece...

La noche en el cielo

Despliega su velo

Propicio al amor.

 

La playa desierta parece;

Las olas serenas

Salpican apenas

Su dique de arenas,

Con blando rumor.

 

Del líquido seno la luna

Su pálida frente

Allá en occidente

Comienza a elevar.

 

No hay nube que vele importuna

Sus tibios reflejos,

Que miro de lejos

Mecerse en espejos

Del trémulo mar.

 

¡Corramos!... ¡Quién llega primero!

Ya miro la lancha...

Mi pecho se ensancha,

Se alegra mi faz.

 

¡Ya escucho la voz del nauclero,

Que el lino despliega

Y al soplo lo entrega

Del aura que juega,

Girando fugaz!

 

¡Partamos! La plácida hora

Llegó de la pesca,

Y al alma refresca

La bruma del mar.

 

¡Partamos, que arrecia sonora

La voz indecisa

Del agua, y la brisa

Comienza de prisa

La flámula a hinchar!

 

¡Pronto, remero!

¡Bate la espuma!

¡Rompe la bruma!

¡Parte veloz!

 

¡Vuele la barca!

¡Dobla la fuerza!

¡Canta, y esfuerza

Brazos y voz!

 

Un himno alcemos

Jamás oído,

Del remo al ruido,

Del viento al son,

 

Y vuele en alas

Del libre ambiente

La voz ardiente

Del corazón.

 

Yo a un marino le debo la vida,

Y por patria le debo al azar

Una perla -en un golfo nacida-

Al bramar

Sin cesar

De la mar.

 

Me enajena al lucir de la luna

Con mi bien estas olas surcar,

Y no encuentro delicia ninguna

Como amar

Y cantar

En el mar.

 

Los suspiros de amor anhelantes

¿Quién, ¡oh, amigos!, querrá sofocar,

Si es tan grato a los pechos amantes

A la par

Suspirar

En el mar?

¿No sentís que se encumbra la mente

Esa bóveda inmensa al mirar?

 

Hay un goce profundo y ardiente

En pensar

Y admirar.

En el mar.

 

Ni un recuerdo del mundo aquí llegue

Nuestra paz deliciosa a turbar;

Libre el alma al deleite se entregue

De olvidar

Y gozar

En el mar.

 

¡Prestos todos!... ¡Las redes se tiendan!

¡Muy pesadas las hemos de alzar!

¡Prestos todos, los cantos suspendan,

Y callar

Y pescar

En el mar!