1. Ramón de Campoamor

A mi sobrina: Guillermina
Campoamor Domínguez.

 

I

Ya se está el baile arreglando.

Y el gaitero, ¿dónde está?

«Está a su madre enterrando,

pero enseguida vendrá».

«Y ¿vendrá?» «Pues ¿qué ha de hacer?»

cumpliendo con su deber.

vedle con la gaita..., pero

¡cómo traerá el corazón

el gaitero,

el gaitero de Gijón!

 

II

¡Pobre! Al pensar en su casa

toda dicha se ha perdido,

un llanto oculto le abrasa,

que es cual plomo derretido.

Mas, como ganan sus manos

el pan para sus hermanos,

en gracia del panadero

toca con resignación

el gaitero,

el gaitero de Gijón.

 

III

No vio una madre más bella

la nación del sol poniente...

pero ya una losa de ella

le separa eternamente.

¡Gime y toca! ¡Horror sublime!

Mas, cuando entre dientes gime,

no bala como un cordero,

pues ruge como un león

el gaitero,

el gaitero de Gijón.

 

IV

La niña más bailadora,

«¡Aprisa! -le dice- ¡aprisa!»

Y el gaitero sopla y llora,

poniendo cara de risa.

Y al mirar que de esta suerte

llora a un tiempo y los divierte,

¡silban como Zoilo a Homero,

algunos sin compasión,

al gaitero,

al gaitero de Gijón!

 

V

Dice el triste en su agonía,

entre soplar y soplar:

«¡Madre mía, madre mía!

¡Cómo alivia el suspirar!»

Y es que en sus entrañas zumba

la voz que apagó la tumba;

¡voz que, pese al mundo entero,

siempre la oirá el corazón

del gaitero,

del gaitero de Gijón!

 

VI

Decid, lectoras, conmigo:

¡Cuanto gaitero hay así!

¿Preguntáis por quien lo digo?

Por vos lo digo y por mí.

¿No veis que al hacer, lectoras,

doloras y más doloras,

mientras yo de pena muero

vos las recitáis al son

del gaitero,

del gaitero de Gijón?...