Por Alfredo M. Cepero

Miami, Florida 5 de abril de 2014.

 

Venezuela marcha y el tirano tiembla,

porque así han temblado los tiranos siempre

cuando el pueblo lanza su grito de guerra,

los hombres se crecen y el miedo se pierde.

 

Los venezolanos son raza guerrera

que un día rompieron el yugo de España,

cabalgando llanos, vadeando los ríos

y abriendo caminos entre las montañas.

 

Venezuela es madre de cinco naciones

que son hijas todas del mismo patricio,

que las hizo libres con el compromiso

de que fueran patrias para muchos hijos.

 

Simón se llamaba el iluminado

que sembró coraje y unió voluntades,

que con gente humilde fabricó soldados

tan fieros y heroicos como los centauros.

 

Por ahí anda Páez, siempre belicoso,

repartiendo muerte frente a sus lanceros,

en un Carabobo convertido en templo

donde se fue al cielo el "Negro Primero".

 

Los Andes se inclinan al ver a Bolívar

desafiando nieves en la lontananza,

dibujando estrellas a punta de lanza

que alumbren el cielo de Nueva Granada.

 

Allá se va Sucre, hijo predilecto,

cabalgando el lomo de la cordillera,

regando al Pichincha hasta sus laderas

con sangre patriota, que es lava guerrera.

 

 

 

Ayacucho cierra la enorme vergüenza

de ser aplastados por bota extranjera.

Un mundo claudica, el otro despierta

y un sol ilumina la gloria de América.

 

Los héroes murieron, pasaron los años

borrando con ellos orgullos pasados.

No hubo sacrificios sino privilegios

para beneficio de los hijos malos.

 

Desde otro horizonte llegaron los vándalos

con la ayuda indigna de oriundos cipayos.

Bolívar se ha hecho moneda de cambio

en la compra infame de nuevos esclavos.

 

Suenan las trompetas, los héroes despiertan

para dar batalla por la patria nueva,

haciendo temblar el cielo y la tierra

para echar del templo la chusma extranjera.

 

Simón en los Andes es pico cimero

que marca la lucha de todo su pueblo.

Páez  reparte su valor llanero

y vuelve del cielo el "Negro Primero".

 

Los viejos guerreros han resucitado

con distintos nombres y otros escenarios.

Las calles y plazas sirven de sudario

a los salvadores del destino patrio.

 

Leopoldo levanta su voz de protesta,

María camina segura y serena,

los jóvenes lanzan su reto de guerra

y todos clamamos ¡Viva Venezuela!