Por Gustavo Sánchez Galarraga
—2 de febrero de 1892--4 de noviembre de 1934—
Nota del editor: Aunque este poema fue escrito con anterioridad a la usurpación del poder por los malvados que nos han martirizado durante más de 6 décadas, describe con sorprendente claridad la situación actual de nuestra sufrida patria.
¡Virgen de Cuba, Virgen trigueña y amorosa,
que sobre el mar en furia aparece ayer,
¿por qué en esta tormenta que a las almas acosa
no tomas dulce Madre, de nuevo a aparecer.
La Patria es hoy palenque donde combaten fieras
cada aurora, entre sombras, entrega su arrebol,
y un yerro mar de sangre, sin fondo ni riberas
va creciendo su agua para tragarte al sol.
El odio, como un cáncer en las entrañas mina,
sereno este sangriento y loco frenesí.
¡Que no caiga del mástil la bandera divina
¡Que flotó en el divino ensueño de Martí!
Contén esta epiléptica y suicida demencia.
Derrama en este caos tu limpia claridad.
¡Qué brotó mucha lagrima por nuestra independencia!
¡Qué rodó mucha sangre por nuestra libertad!
Tú lo recuerdas, Virgen. Tú que miraste en día
en las maniguas foscas al patriota caer,
mientras que por él volviera, bajo tu imagen pía
_ esposa, hermana o madre _ rezaba una mujer.
Señala tú la ruta que salva del abismo,
Dile a los corazones, Señora de la Mar
que estrangulen la sierpe del funesto egoísmo,
¡que lo cimero es Cuba, que es templo, Dios y altar!
Tanta victoria bélica, tanto épico trofeo,
todo el legado heroico de la revolucion,
_osadías de Gómez, arrestos de Maceo_
¿no han de domar las iras de nuestro corazón?
¡Mas si no ceja el odio de hermano contra hermano
si unos u otros no amasan tu cruenta hostilidad,
Tú que riges las olas, ordena el océano
que salte y nos sepulte bajo su inmensidad.