Por Gustavo Sánchez Galarraga
Cuba
En una esquina del Parque de Tulipán se encuentra el busto del poeta Gustavo Sánchez Galarraga, hoy casi olvidado, pero que en las primeras décadas del siglo pasado fuese considerado como una de las voces líricas más importantes de Cuba.
Nació el 2 de febrero de 1892 y falleció el 5 de noviembre de 1934 en la Calzada del Cerro, en la misma casa en que había nacido hoy señalada con el número 1364. Hijo único de un acaudalado matrimonio, curso las primeras letras y parte del bachillerato en el prestigioso Colegio de Belén, donde descolló por el dominio de la lengua española.
Se dice que los poetas son también profetas. Sanchez Galarraga lo confirmó con este poema de nuestra patrona porque el mismo es vaticinio de lo que ocurre hoy en nuestra patria después de 63 años de tiranía castrista.
¡Virgen de Cuba, Virgen trigueña y amorosa,
que sobre el mar en furia aparece ayer,
¿por qué en esta tormenta que a las almas acosa
no tomas dulce Madre, de nuevo a aparecer.
La Patria es hoy palenque donde combaten fieras
cada aurora, entre sombras, entrega su arrebol,
y un yerro mar de sangre, sin fondo ni riberas
va creciendo su agua para tragarte al sol.
El odio, como un cáncer en las entrañas mina,
sereno este sangriento y loco frenesí.
¡Que no caiga del mástil la bandera divina
¡Que flotó en el divino ensueño de Martí!
Contén esta epiléptica y suicida demencia.
Derrama en este caos tu limpia claridad.
¡Qué brotó mucha lagrima por nuestra independencia!
¡Qué rodó mucha sangre por nuestra libertad!
Tú lo recuerdas, Virgen. Tú que miraste en día
en las maniguas foscas al patriota caer,
mientras que por él volviera, bajo tu imagen pía
_ esposa, hermana o madre _ rezaba una mujer.
Señala tú la ruta que salva del abismo,
Dile a los corazones, Señora de la Mar
que estrangulen la sierpe del funesto egoísmo,
¡que lo cimero es Cuba, que es templo, Dios y altar!
Tanta victoria bélica, tanto épico trofeo,
todo el legado heroico de la revolucion,
_osadías de Gómez, arrestos de Maceo_
¿no han de domar las iras de nuestro corazón?
¡Mas si no ceja el odio de hermano contra hermano
si unos u otros no amasan tu cruenta hostilidad,
Tú que riges las olas, ordena el océano
que salte y nos sepulte bajo su inmensidad.