Por Hilarión Cabrisas, Cuba

 

¡Qué sed tengo de ti! Eres la fuente

que corre cristalina ante mis ojos,

y son inútiles mis brazos flojos

para hacer que se tuerza la corriente.

 

Inútilmente domo mis antojos,

y trato de olvidarte inútilmente:

sueña mi mente con tu tersa frente

y con el vino de tus labios rojos.

 

¿Qué daño habré hecho yo, que en mi camino

todo me llega tarde? Si es mi sino

cargar el fardo de mi vida trunca,

 

¡que no te vuelva a ver! Yo te lo pido

por Dios… ¡Cuánto mejor hubiera sido

que no te hubiera conocido nunca!