Agustin Acosta Bello, Cuba

 

Cuando ya yo no exista, y tu cabeza blanca

ostente la belleza de la azucena en flor,

a quien quiera escucharte, si no lo sabe, dile;

yo fui su amor

 

Repítelo sin tregua, muéstrales estas palabras,

que no las dicta el Arte, sino mi corazón

Mírate en el espejo de nuestra propia vida,

y repite, repite: yo fui su amor.

 

Y cuando te pregunten: Por qué si su amor eras,

no los tuvo la vida juntos siempre a los dos?

—Porque la vida es mala, y él era bueno—diles! pero yo fui su amor!

 

Y si en algún momento amigos generosos

solícitos exponen mi pensamiento al sol,

grítales sin palabras a los que me recuerden:

yo fui su amor.

 

Que al verte viejita, pero radiante y bella,

todos dirán, guardando respeto a tu dolor;

Qué extraño es que haya sido el amor de un poeta

si ella era todo amor?

 

 

Pero si no te creen... si el mundo mal te juzga,

inicia hacia el misterio la astral evocación,

que yo vendré a tu lado, y te diré en un beso:

Tú eres mi amor