Por Carlos Manuel de Céspedes

 

Naces, ¡oh, Cauto!, en empinadas lomas;

bello, desciendes por el valle ufano;

saltas y bulles, juguetón, lozano,

peinando lirios y regando aromas.

 

Luego, el arranque fervoroso domas,

y, hondo, lento, callado, por el llano

te vas a sumergir en el Océano;

tu nombre pierdes y sus aguas tomas.

 

Así es el hombre. Entre caricias nace;

risueño, el mundo al goce le convida;

todo es amor, y movimiento y vida.

 

Mas el tiempo sus ímpetus deshace,

Y, grave, serio, silencioso, umbrío,

baja y se esconde en el sepulcro frío.