Por Reyna Paz Avendaño

 

“La fábula que Cortés quemó sus naves, en lugar de sólo barrenarlas, apareció desde mediados del siglo XVI”, a partir de una pintura colocada durante las exequias de Carlos V (1559) y en la que Francisco Cervantes de Salazar describió cómo “los navíos en que (Cortés) pasó, quemados y echados al través”

Hace 500 años Hernán Cortés hundió sus barcos en costas veracruzanas para evitar que parte de su tropa regresara a Cuba ya que, presuntamente, se enteraron de su plan: avanzar hacia Tenochtitlan para conquistar tierras mexicas.

Crónica presenta una cronología de julio de 1519 acompañada de un mapa informativo en Google Maps, recreado a partir de tres obras: Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo; Hernán Cortés, de José Luis Martínez; y La conquista de México, de Hugh Thomas.

Según José Luis Martínez, el 1 de julio de 1519 llegó a Veracruz un barco procedente de Cuba y el capitán a bordo, Francisco de Saucedo apodado El Pulido, anunció una mala noticia para Cortés: Diego Velázquez, gobernador de Cuba, tenía la autorización de España para conquistar el sur de México.

“Había recibido autorización de la Corona para conquistar y poblar precisamente en las mismas tierras en que Cortés y sus gentes se encontraban. La capitulación se había firmado en Zaragoza, el 13 de noviembre de 1518 y Velázquez debió recibirla en la primavera de 1519. En ella se autorizaba a Velázquez a proseguir los descubrimientos y conquistar en las tierras de Yucatán y Cozumel”, escribió Martínez.

Ese anuncio colocó a Cortés como un usurpador de funciones, entonces trazó una estrategia.

“Enviar directamente a España su propia delegación, con informaciones, regalos y peticiones para el rey. Para esta misión escogió a dos hombres: primero, a su viejo amigo, Portocarrero y después, al nuevo amigo, aún de poco fiar, Montejo”, escribió Hugh Thomas.

Además de enviar oro, el historiador inglés describe que en el barco iban tres cartas dirigidas al rey: el regimiento de la Villa Rica de la Vera Cruz, una misiva del ejército firmado por toda la tropa y la llamada primera carta de relación de Cortés ahora perdida.

Fue así que Portocarrero y Montejo salieron de Quiahuiztlán y Villa Rica el 26 de julio con órdenes de no tocar tierras cubanas.

“A pesar de ello, ya iniciado el viaje, Montejo convenció al piloto de que tocasen Marién, donde tenía una estancia, con el pretexto de recoger puercos y cazabe para el camino. Con un marinero, Montejo escribió a Velázquez informándole del gran presente de oro que Cortés enviaba el rey, tanto, que se decía que el oro era el lastre de la nave”.

El gobernador de Cuba mandó dos navíos ligeros, artillería y soldados para capturar a los hombres de Cortés, pero no lo logró. La nave llegó meses después, sin problemas, a España.

“Antes de que partieran los procuradores estalló el complot largo tiempo pendiente de los amigos de Velázquez. Tal vez se hiciera del dominio público el contenido de la carta de Cortés, es decir, los planes del caudillo de capturar o asesinar a Moctezuma. Fuese cual fuese la razón, algunos expedicionarios dejaron claro que no deseaban participar en la entrada: querían regresar a Cuba”, relata Hugh Thomas.

Bernal Díaz del Castillo detalla: “Parece ser que unos amigos y criados de Diego Velázquez que se decían Pedro Escudero, y un Juan Cermeño y un Gonzalo de Umbría, piloto, y un Bernardino de Coria y un clérigo que se decía Juan Díaz y ciertos hombres de la mar que se decían Peñates, estaban mal con Cortés”.

Ellos, narra, tomarían un navío hacia Cuba para avisarle a Velázquez pero Bernardino de Coria se arrepintió y previno a Cortés. Entonces, el Conquistador los hizo prisioneros y confesaron sus planes.

“Por sentencia mandó a ahorcar a Pedro Escudero y a Juan Cermeño, y cortar los pies al piloto Gonzalo de Umbría, y azotar a los marineros Peñates a cada (uno) doscientos azotes, y al padre Juan Díaz si no fuera de mi misa también le castigara, mas le metió harto temor”, escribió Díaz del Castillo.

Aunado a ello, Cortés tomó una decisión más: hundir las naves para evitar la fuga de sus hombres.

Hugh Thomas escribió que la orden fue que los capitanes de nueve de los doce barcos anclados en la Villa Rica de la Vera Cruz fueran “a la costa y romperlos”, es decir, “desguanzarlos, arrancar los hierros, los clavos, los cordajes, las armas, quitar los altares portátiles y las imágenes de la Virgen y barrenar los cascos”.  Y así declaró a los barcos innavegables.

José Luis Martínez retomó lo escrito por Cortés: “So color que los dichos navíos no estaban para navegar, los eché a la costa por donde todos perdieron la esperanza de salir de la tierra”.

Y explica: “La fábula que Cortés quemó sus naves, en lugar de sólo barrenarlas, apareció desde mediados del siglo XVI”, a partir de una pintura colocada durante las exequias de Carlos V (1559) y en la que Francisco Cervantes de Salazar describió cómo “los navíos en que (Cortés) pasó, quemados y echados al través”.

https://www.cronica.com.mx/notas-hernan_cortes_hundio_sus_barcos_para_evitar_que_las_tropas_regresaran_a_cuba-1125154-2019