por Julen Kenk

 

La batalla de Verdún fue una de las más sangrientas de la Gran Guerra. Tras casi diez meses y 700.000 bajas entre franceses y alemanes, la frontera apenas se había desplazado. Sin embargo, Francia obtuvo la victoria porque consiguió repeler al enemigo.

El asesinato en junio de 1914 del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio austrohúngaro, fue la mecha que condujo a los Estados europeos al mayor conflicto bélico hasta la fecha: la Primera Guerra Mundial. En ella se enfrentaron los Imperios Centrales, que eran Alemania, Austria-Hungría y después el otomano, contra la Triple Entente, integrada por Francia, Rusia y el Reino Unido.

La primera fase fue una guerra de movimientos, por el rápido desplazamiento de los ejércitos para sobrepasar las líneas defensivas enemigas. Como ningún bando conseguía imponerse, el frente occidental se estabilizó y, con ello, empezó una guerra de posiciones y desgaste. Las trincheras se convirtieron en protagonistas, pues avanzar unos pocos cientos de metros podía suponer grandes costes humanos.

DE LA OFENSIVA ALEMANA AL CONTRAATAQUE FRANCÉS

En 1916, Alemania puso en marcha el plan del general del Estado Mayor, Erich von Falkenhayn, en el frente occidental: debilitar la moral y fuerzas francesas por medio de una costosa guerra de desgaste, hasta el punto de hacerle capitular. De esta forma Alemania podría centrar sus esfuerzos en el Reino Unido, así que Falkenhayn decidió atacar la plaza de Verdún, que obligaría a Francia a defenderla a toda costa.

Verdún, una localidad en la región de Lorena al noreste de Francia, era clave para el desarrollo de la guerra porque estaba protegida por un anillo de fortalezas defensivas. Los alemanes consiguieron primero cercarla y emplazaron numerosas piezas de artillería en los alrededores. Retrasada por el mal tiempo, la ofensiva comenzó el 21 de febrero de 1916. Verdún y su línea defensiva fueron entonces sometidas a un bombardeo intenso. Para el presidente francés, Raymond Poincaré, la localidad no podía caer bajo ningún concepto. Era una cuestión de Estado.

A los pocos días, un contingente alemán ocupó Fort Douaumont, el principal fuerte defensivo que rodeaba Verdún, por lo que el general Philippe Pétain replegó todas las fuerzas para intentar contener el ataque enemigo. Además, reforzó la única vía de abastecimiento y organizó una eficiente rotación del ejército para mantener la moral alta entre las tropas. A pesar de que la ofensiva alemana no obtuvo los resultados que esperaba, logró avanzar lentamente, por lo que Pétain, con una actitud más defensiva, fue sustituido en mayo por el general Robert Georges Nivelle.

LA TUMBA DE VERDÚN

Para obligar al ejército de Falkenhayn a desplazar efectivos y así aliviar la presión en la batalla de Verdún, británicos y franceses optaron por el norte de Francia: comenzaba la batalla del Somme. Con ello, la artillería francesa pudo seguir resistiendo los envites alemanes al grito del famoso “¡no pasarán!” de Neville a sus soldados. A finales de agosto, entre la incapacidad en Verdún y el estallido en Somme, Falkenhayn también fue reemplazado, en su caso por el general Paul von Hindenburg.

Bajo el mando de Neville, el ejército francés pasó al contraataque, lanzando ofensivas masivas sobre la línea enemiga que provocaron enormes pérdidas humanas. Con Hindenburg, las tropas alemanas trataron de reforzar sus posiciones y no atacar para evitar más bajas de su infantería. Desde finales de octubre y en los meses siguientes, los alemanes fueron retrocediendo a medida que se veían superados. Finalmente, la batalla de Verdún terminó el 18 de diciembre de 1916 como una de las peores de la Primera Guerra Mundial: más de 700.000 bajas y casi ningún avance territorial.

Francia, que perdería peso en favor del Reino Unido, obtuvo la victoria moral porque consiguió repeler la ofensiva alemana y recuperar los territorios perdidos durante los primeros compases de la batalla. Con el frente estabilizado en invierno, el ejército alemán tuvo que pasar a la defensiva desde 1917. Obligada a luchar en los frentes occidental y oriental, y para tratar de reducir la presión en tierra, Alemania impulsó una guerra submarina con el objetivo de asfixiar al Reino Unido. Sin embargo, el bombardeo al RMS Lusitania motivó en parte la entrada de Estados Unidos en la guerra, pues en el transatlántico viajaban ciudadanos suyos. Ya en septiembre de 1918, franceses y estadounidenses lanzaron la ofensiva de Meuse-Argonne como parte del avance final contra Alemania, precisamente desde Verdún.

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