(7 de octubre de 1950)

 

El Tíbet permaneció muchos siglos aislado del mundo. En 1950, sin embargo, China se anexionó su territorio por la fuerza de las armas. Desde entonces, el dalái lama y los tibetanos reclaman la independencia o, al menos, una autonomía real.

Con apenas dos años, Tenzin Gyatso se convirtió en la encarnación del dalái lama. Había nacido en el seno de una familia de campesinos de la provincia de Amdo en 1935, y una misión de reconoci­miento determinó que era la nueva re­encarnación del líder religioso del Tíbet. Tras superar las pruebas de verificación, fue trasladado al palacio de Potala en Lhasa, donde re­cibió una educación básicamente teoló­gica.

CAMINO DEL EXILIO

La China comunista invadió el Tíbet el 7 de octubre de 1950 con un ejército de 400.000 soldados. Se proponía así recuperar una provincia que perteneció a su país hasta 1913, cuando los tibetanos aprovecharon la anarquía que siguió a la caída de la monarquía imperial para independizarse. Pekín también entendía su intervención como un progreso, al eliminar el feudalismo autocrático de los monjes. Ante la desigualdad militar, la ocupación se efectuó sin problemas. Fue entonces cuando las autoridades tibetanas instaron a Tenzin Gyatso, que tenía 15 años, a asumir sus poderes como XIV dalái lama.

EN MARZO DE 1959 SE PRODUJO EL LEVANTAMIENTO DEL PUEBLO TIBETANO CONTRA LA OCUPACIÓN CHINA.

Tras la ocupación, empezó el descontento popular. La tensión callejera comenzó en 1956 y, tres años después, el 9 de marzo de 1959, se produ­jo el levantamiento popular en Lhasa con­tra los chinos. El dalái lama huyó del Tíbet e inauguró el período de exilio que dura hasta nuestros días. El dalái lama se refugió en Dharam­sala, en India, donde fue recibido por el presidente indio Jawaharlal Nehru.

Como era de esperar, el gesto del anfitrión tensó las relaciones con China. Surgieron incidentes fronterizos y, tres años después, estalló la guerra, con enfrentamientos en las regiones del Himalaya en los que Mao Zedong se impuso con rotundidad, lo que obligó a India a replantear sus fuerzas armadas. El dalái lama, por su parte, pasó a encarnar la lucha no violenta de su pueblo por la autodeterminación, por lo que en 1989 recibió el Premio Nobel de la Paz.

EL GENOCIDIO TIBETANO

Desde 1959, unos 150.000 tibetanos se han aventurado a cruzar las montañas del Himalaya para llegar hasta India. Muchos de ellos, castigados por torturas y en­carcelamientos antes de huir, han sucumbido al calor, la humedad y la malaria. El gobierno del Tíbet en el exilio ha hablado de casi un millón de víc­timas de la represión china en los primeros cuarenta años, de torturas sistemáticas en prisiones, de colectivizaciones forzadas, de la destrucción del 99% de los templos budistas, de campañas de reeducación del clero. China siempre ha refutado esas acu­saciones; sin embargo, organizaciones independientes de derechos humanos las han confirmado y diversos juristas hablan abiertamente de genocidio contra el pueblo tibetano.

El régimen comunista ha ignorado repe­tidamente las peticiones de negociación del dalái lama. Sin embargo, Tenzin Gyatso no ha desistido en su intento de transformar el Tíbet en una zona de paz desnuclearizada y con una autonomía plena en la que China asuma las competencias de Asuntos Exteriores y Defensa y deje el resto en ma­nos del gobierno tibetano.

LAS ORGANIZACIONES DE DERECHOS HUMANOS Y ALGUNOS JURISTAS HABLAN DE GENOCIDIO CONTRA EL PUEBLO TIBETANO.

En vista de la situación geopolítica mundial y de la evo­lución interna de China, los deseos de Tenzin Gyatso parecen irrealizables. Pero el dalái lama persiste en su apuesta decidida por la no violencia, convencido de que Pekín acabará sentándose a negociar.